¿El lobo está?
La pregunta más frecuente que se hace un paciente con diagnóstico reciente de lupus es, cómo hacer para que el lobito duerma plácidamente por un buen tiempo. En mi caso los tres primeros años fueron difíciles. Por un lado, la información no era tan amplia, aún se hablaba en redes de una esperanza de vida de 10 años y por otra parte, nunca hacía lo suficiente por frenarlo.
La parte emocional es clave y era justo ahí donde se condensaba la razón de mis migrañas, de mis dolores musculares y articulares, de la fatiga crónica y de las demás molestias y nuevos diagnósticos que comenzaron a surgir. No tenía la suficiente mente abierta para entender que continuar haciendo lo mismo, actuando y reaccionando igual no causaría nada bueno para mi, y que, al contrario, alimentaba la ferocidad de aquel lobito que se encontraba alerta, intentando atacar al azar cualquier parte de mi cuerpo.
Que yo haya necesitado tanto tiempo para entenderlo no tiene por qué ser la historia de alguien más. Si tienes un diagnóstico reciente, estás en esos días de confusión en donde quieres aceptar pero te niegas a tomar el medicamento, te miras al espejo y ves el cuello grueso, la cara hinchada y un par de entradas señoriales en tu cabello, esto es para ti. Si emocionalmente no estamos en la mejor forma, te lo aseguro, el lobito ganará.
¡A DORMIR, LOBO!
Ahora que hay un lobo viviendo conmigo, un ser al que yo llamo Sr. Lupus, así, con respeto pero sin engrandecerlo, tengo dos opciones y son los dos caminos que cada día debo decidir transitar.
CAMINO A.
Por un lado, la queja constante, la víctima, un ser que tiene tantos cambios físicos que al mirarse al espejo se encuentra mil defectos, que se culpa y odia la enfermedad, que detesta a medio mundo por recordarle que subió de peso o que le recuerda de repente que hace un tiempo "no era tan lenta".
En ese camino vas a encontrarte con las mismas personas, en los mismos lugares, quizás en el mismo ambiente en el que te enfermaste. En tu armario hay ropa que no puedes usar, lloras, maldices y te encierras cada vez que tienes que salir; tu pareja no entiene bien ese diagnóstico porque cumples con todo aunque termines paralizada del dolor y de vez en cuando te echa en cara la flojera y la tristeza.
En este camino, si decides transitarlo, verás a familiares tóxicos, amigas que no te apoyan, que te dicen que esto es mental, que le pongas actitud, ánimo, que hay personas peores y que no se están quejando, porque en esa ruta te puedes quejar y puedes odiar al mundo sin control. Siempre irás de la mano de un lobito de filosos colmillos, que te susurra al oído, "esta es la vida que nos tocó porque te lo buscaste". Te verás tentado a salir de allí, pero la toxicidad de quienes te rodean succionarán poco a poco esos anhelos de cambio, porque pesarán más esos comentarios de "tú eres así y punto", "así te queremos" o "Dios no castiga ni con palo ni con rejo y a ti te tocó esta efermedad".
CAMINO B.
Esta ruta por lo general se encuentra descongestionada; poca gente se arriesga a tomarla, prefiere lo conocido, se escudan en aquel antiguo dicho incoherente de "más vale malo conocido que bueno por conocer". Justamente por la desolación de este camino, puedes respirar profundamente sin alto riesgo a que el ambiente esté contaminado. Encontrarás solo un par de amigos y familiares, los demás son personas nuevas, no te conocen bien, aún así, sonríen, te ayudan a caminar sobre las zonas rocosas, te esperan paciente cuanto tardas en dar un paso, te comparten mientras lo atraviesas, una historia impresionante sobre cómo se decidieron por esta ruta a pesar de lo difícil que es la zona de entrada.
Si la tomas, al principio tendrás cuestionamientos fuertes frente a tus costumbres, ideales, principios, pensamientos y creencias. Sentirás que traicionas gente especial, como tus padres o hermanos; dudarás si volver al camino A por uno de los atajos que se muestran cada tantos metros o si continuar de cabeza, sin mirar atrás. Con el paso de los días, en este camino comienzas a tener una extraña sensación de haber perdido peso, aunque la ropa te ajuste hay algo sobre tus hombros que ya no está, no lo cargas, no lo extrañas ni necesitas.
Cuando lleves años en este camino, estarás atento a recibir a quienes también comienzan a transitar por él; te unirás a causas sociales, a grupos de apoyo, tal vez serás vocero en las redes o buscarás una manera de apoyar a aquellas personas que están de pie justo en la entrada tomando la decisión A o B. Les darás herramientas que te han sido útiles, les mostrarás tus progresos y le ayudarás a proyectarse en su propia vida. Lo mejor de todo es que cada vez se extiende el tiempo en que el lobo despierta; la mayor parte del tiempo duerme siestas eternas, ronca un poco pero da la vuelta para dormir con tranquilidad.
Camino C: un punto de retorno.
Es probable que en algún momento llegues al camino C y tomes ese pequeño desvío en el que pareciera que nada valió la pena, que esa recaída emocional sin intención destruyó todo lo recorrido. La buena noticia es que ya sabes cómo entrar, salir, usar atajos...Haz tu elección cada día.
Leerte es no querer parar!!! es analizar cada palabra e incluso imaginar caminando en cada atajo. Gracias por ser luz en medio de un camino lleno de atajos para así elegir el correcto.
Menos mal que no fue el punto del NO retorno. Como siempre, excelente reflexión. 😍