Se equivocó
Actualizado: 13 feb 2023
La joven de unos 20 o 22 años hacía malabares sobre una cicla de más de un metro. Mientras pedaleaba en una rueda, intentaba que los 5 palos que giraban a gran velocidad de mano en mano, se mantuvieran en el aire y que luego pudiese atajarlos sin dificultad.
Su acto dura cada día lo que el semáforo permanece en rojo; luego se baja de su artefacto y comienza a agradecer a quienes la observamos, sin embargo, en esta ocasión, le falló el equilibrio de una de sus manos y dos palos cayeron en medio de la calle. Hizo un leve un gesto de decepción, pero igual continuó hasta que el semáforo cambió a amarillo.
En esa oportunidad, yo iba de pasajera en un taxi que tomé para mi cita con nefrología y me pareció tan difícil lo que hacía que, aunque nunca me fijo en los pequeños intermedios del cambio de luces del semáforo, esta vez me concentré en su actuación, quizá porque el taxi se detuvo justo frente a ella, rosando casi la cebra de los peatones.
Apenas los dos palos cayeron al suelo, el taxista exclamó, "ah, la embarro! le salió mal...", y soltó una pequeña carcajada mientras la seguía con la mirada mientras ella agradecía y esperaba unas monedas de los conductores.
Su actitud fue probablemente la de la mayoría de espectadores. Todos notaron su error. Todos exclamaron algo y señalaron esos pequeños milímetros que le faltaron para que aquel palo de color blanco llegara a la siguiente mano. Ninguno aplaudió ni dio mérito a la proeza en general, al equilibrio de esos segundos de semáforo en rojo, a su valentía al mantener la mirada fija en aquellos palos a pesar del sol que le hacía sudar y rogar para que una gota no cayera en sus ojos. Nada de eso importó, porque se le cayeron dos palos.
La malabarista, de seguro, se sintió mal también, porque estamos acostumbrados a notar aquella pequeña sombra y a olvidar de inmediato el esfuerzo, el logro, la habilidad y todo lo bueno que podemos hacer.
Salimos airosos de una enfermedad, pero notamos que falta cabello, que los corticoides hincharon el cuello, que la piel de la cara se pigmentó por el medicamento, que dificulta dormir de medio lado, que se parten las uñas o que no podremos volver a beber licor.
Hemos salido victoriosos ante una recaida, de esas que el Sr. Lupus suele ser protagonista, pero nos molesta tener que permanecer en reposo una semana, nos sentimos inútiles, nos enfurece haber cancelado los planes, aquel viaje o reunión especial.
Se vale fallar, pero fijarnos en lo logrado haría más placentero este corto viaje por la vida. Se vale ser imperfecto, pero notemos con más frecuencia lo agradable.
La malabarista se equivocó, a pesar de horas, días y meses de práctica. Elogiemos el proceso, la constancia, la perseverancia y la disciplina. Siempre vendrá una oportunidad más para demostrar que no siempre se falla y aún así, alguien exclamará desde un costado, que pudo ser mejor.
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