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Foto del escritorSandrillaP

Sin color

Actualizado: 18 nov 2023

Mi lobito siempre da en el blanco: desde el principio ha estado presente de diversas formas aplastando una y otra vez la vanidad. Aunque no usé maquillaje, ni depilé mis cejas ni pinté mis uñas en la adolescencia, en mis 20 apareció ese lado vanidoso y femenino que se supone, por ser mujer, debemos tener. Comencé a tinturar mi cabello, a cambiar de estilos, descubrí el maquillaje, las sombras en los ojos, los esmaltes de colores, las mascarillas, cremas antiedad, hidratantes, nutritivas, exfoliantes...


Mi obsesión, mi piel; mi orgullo, mis uñas y mi estado de ánimo, el color de mi cabello.



Al entrar a mi vida, el Sr. Lupus conocía mis debilidades.


Las uñas de mis manos y pies se cayeron muchas veces. Usaba postizas porque mi obsesión por tener las manos perfectas, como siempre había sido, no me daba paz. Aún con dolores, malestar diario, fatiga, migrañas, insomnio, necesitaba que mis uñas, largas, perfectas, continuaran bien. Con la aceptación, esto cambió, sin embargo, las manos siempre han sido importantes para mi.


Mi cabello había comenzado a caerse meses antes del diagnóstico. Dentro de mis hipótesis estaban, que por genética era delgado o quizás estaba abusando de los tintes. Ahí comenzó la tortura para peinarme. Necesitaba 15 minutos más para que quedara aparentemente bien (sigo necesitando tiempo extra para lograrlo). Como si fuese poco, una especie de psoriasis ocasionada por el lupus me produjo caspa en el cuero cabelludo y en la zona de las orejas.

Trabajar así, sintiendo las miradas de lástima, crítica, burla o asombro de compañeros de trabajo, era lo peor. Me hacía sentir muy mal y el Sr. Lupus se apoderaba de mis emociones y se hacía presente en la espalda, en el cuello, en los brazos, en los hombros, en la cadera, las rodillas, los tobillos y las muñecas. Ahora lo entiendo, pero en esos días de escasa información en las redes, con especialistas que poco me instruyeron al respecto, vivía ignorante y culpándome por la flojera que realmente se llamaba tristeza, depresión, ansiedad y lupus.


La piel, aquella que sigo cuidando con cuanta crema, bloqueador y fragancia encuentro, padeció por eritemas. En momentos de mucho calor, la piel rascaba, se brotaba, enrojecía y por momentos parecía que fuese a sangrar. Algunas zonas del rostro se pigmentaron debido a los medicamentos, pero con el tiempo pude recuperarlas. Otras, están ahí, con marcas que recuerdan puntos precisos de este proceso que desde todos los ángulos me ha direccionado a volver a lo básico, sin tener que depender de los inventos sociales que invitan a las mujeres a ser esclavas de la vanidad.


Ahora, por primera vez, desde los 18 o 19 años que comencé a pintar mis uñas, debo renunciar a los colores rojos, los fucsias, los diseños y manicuras quincenales que sin importar el costo, nos hacemos porque se supone, es parte de nuestra presentación personal. Renuncié a todo, incluso a los colores pasteles, que tan aburridos me parecían. Todo.


¿Razones? He aquí, algunas, dichas por mi dermatóloga:

  • Las manicuras continuadas y agresivas pueden ocasionar alteraciones de la uña con desprendimiento, uñas quebradizas o aparición de surcos en su superficie, manchas blanquecinas o amarilleamiento.

  • Puede ser responsable de reacciones alérgicas con aparición de lesiones de dermatitis no solo alrededor de la uña sino que en muchas ocasiones se producen a distancia (cara, cuello, párpados) lo que dificulta relacionarlas con los productos usados en la manicura.

  • Las manicuristas tienen la costumbre de quitar la cutícula y los cueritos que salen alrededor de la uña. Lo ideal sería nunca quitarla, ni siquiera hacerle presión para no perder su función protectora.

  • Si se usa secado mediante lámparas ultravioletas (nunca fue mi caso), deberíamos usar bloqueador y gafas protectoras porque la alta exposición a la luz tiene riesgos de cáncer de piel.

  • La mayoría de esmaltes, y que en grandes dosis resultan tóxicos ya que pueden irritar, ocasionar erupciones, e incluso afectar al sistema nervioso central, contienen Ftalato de dibutilo (DBP), Tolueno y Formaldehído. Algunos contienen dosis elevadas de metacrilatos, que son tóxicos por contacto o inhalación.

  • El uso de acetona para retirar el esmalte, reseca y hace más débil y frágil la uña.

  • Las manicuristas cortan, liman de forma redondeada la uña o usan pulidora. Error. Las uñas solo deben limarse lateralmente.

  • Me expongo a transmisión de infecciones y a la aparición de heridas en la piel.

A pesar de las anteriores razones, vivimos en negación profunda, sencillamente porque nos agrada. Quien usa cámara de bronceado, a pesar de conocer los riesgos de cancer de piel, prefiere hacerlo que verse pálida en la playa. Para no ir más lejos, sabemos que comer carnes rojas daña a largo plazo el riñón, pero nos escudamos en que somos carnívoros (ya no, hace 14 años lo entendí)


De mi parte, lo acepté. No lo volveré a hacer. El primer día fue extraño ver mis uñas así, tan simples, sin color, incluso estaban cortas y frágiles porque el Sr. Lupus, que conoce mis debilidades, las ha estado merodeando.


¿Dejaré algún día el maquillaje? Si me va a sumar años de vida y mi dermatóloga me lo indica, sí. Por ahora, en 15 días sin esmalte, sorpresivamente las uñas endurecieron, comenzaron a crecer y me asombra verle cutícula, sí, aquella que siempre quitaron en cada arreglo porque se supone, se ve horrible, pero en el fondo, es la única forma de mantener una industria de productos químicos, que aunque dañinos, jamás carecerá de clientes.




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