Aceptación = felicidad
Ha sido un recorrido de muchos años. Quizás alguno en su propia experiencia haya podido transitar estas etapas en menos tiempo, que, finalmente es indefinido para cada cual.
No es un camino fácil. Suena sencillo dar consejos, decirle a quien padece la enfermedad que deje de aferrarse a una realidad que ya no existe, que no viva ni anhele recuerdos, porque eso son, recuerdos. Pero durante estas etapas, nadie quiere aceptar su realidad, hasta que la sanación y el proceso personal nos hace entender, a su tiempo, a su propio ritmo, que sin dudas es la mejor opción para alcanzar la felicidad.
¡Es mi realidad! Bonita, turbia, gris, amarilla... soy la encargada de pintarla de los colores y de las emociones que quiera, y en este punto, entendí que podría victimizarme o sencillamente vivir de tal forma que cada día fuese satisfactorio, importante, único y placentero.
He descubierto nuevas habilidades. Cuando acepté mis limitaciones al sol y a las luces interiores, que el frío a veces duele y que el calor me inflama, que una rutina de trabajo de 8 horas en donde abunda el estrés me debilita, reconocí en mi otras fortalezas. Aprendí a trabajar desde casa, me alejé de quienes se molestan por un NO rotundo a una invitación que me puede hacer daño, y me armé de valor para registrar aquí lo que esta experiencia ha significado en mi. Soy mejor porque siento empatía por el otro, porque la sensibilidad por el mundo, por el ser más pequeño del planeta es algo que antes no conocía y mis ganas de ayudar al prójimo finalmente son genuinas. Soy feliz porque saber que mi energía física es limitada, me despojó de cierta arrogancia y superioridad que creía indestructible. Pensé ser feliz, pero no lo era. He ahí, todas mis terribles, pésimas decisiones y poco amor propio. ¡Gracias lupus!
Entendí que es mi segunda oportunidad. El proceso vivido, la lucha contra la vanidad, con mi ego, con mis costumbres, con mis imperfecciones y con mis malas decisiones me hicieron ver a la fuerza que podía comenzar desde cero. Que podía reestructurar mis amistades y el tipo de personas que quiero a mi lado, que era momento de pensar qué es lo que me mueve, qué me gusta, qué deseo, qué quiero hacer y qué huella dejaré cuando ya no esté en este mundo.
El lupus me dio una segunda oportunidad. Me abrió los ojos. Lo que estaba haciendo, viviendo y dejando no era lo que necesitaba. Estaba tan perdida que de hecho, perdí tiempo, me distraje y me desvié de lo que realmente me interesaba. El lupus puso límites, me retó e hizo que depurara por el camino lo que no necesitaba, lo que me dañaba...
Aceptar es felicidad, no es resignación. La vida hoy es diferente para mí, por supuesto. Pero, ¿era mejor antes? A simple vista, posiblemente sí. Pero, si continuaba de esa forma, no hubiese sido lupus...
Yo llevo 11 años en este proceso. Etapa tras etapa, regresando a la anterior, avanzando, regresando, aprendiendo... No he finalizado. A pesar de mi aceptación, porque puedo hablar abiertamente sobre mi alopecia, o cualquier situación causada por la enfermedad, a veces la depresión quiere arruinar la fiesta. No es sencillo. Aceptar me ha dado felicidad pero mi mente me juega trucos y por momentos implanta situaciones que intentan descontrolarme. Algo que funciona muy bien en mi, ha sido la psicoterapia y tener a mi lado a alguien a quien le puedo decir todo lo que siento sin ser juzgada. Esas personas valen oro.
A veces decaigo, el tratamiento parece no funcionar. Pero la diferencia es que he aprendido a no temerle a la muerte. Estoy haciendo las cosas de tal manera que si algo sucede no hay razón para remordimientos. He perdonado y pedido perdón. He sido sincera en mi posición ante el mundo, ante el matrimonio, los hijos, y ante muchos aspectos que pueden ser polémicos. A pesar de las crisis lúpicas, estoy tranquila.
Sé que tampoco es fácil para quienes viven con alguien que padece una enfermedad crónica, por eso, a ellos solo les diría que le den tiempo; pero que ustedes también se tomen el tiempo para aprender y comprender qué es lo que sucede, porque no es fácil. Pero al final, en esta etapa de aceptación, aunque no signifique 100% perfección y felicidad (cosa que no pasa tampoco a quien está sano), la satisfacción de haberlo superado es grande, y mayor aún cuando desde nuestra propia experiencia comenzamos a ayudar a otros a lograrlo.
¡Gracias, lupus!
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