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Salud mental

Actualizado: 23 ago 2023

Si el día que recibimos el diagnóstico de lupus eritematoso sistémico los médicos nos hicieran caer en cuenta que la salud mental se verá afectada a partir de ese momento, más de lo normal, todo sería más sencillo. Tardamos en comprender que el cerebro hace parte del sistema nervioso y que las emociones comienzan a jugarnos trucos en el mismo día: despertamos bien pero posiblemente por la noche somos un mar de lágrimas.


En esta semana de la salud mental, quiero aprovechar para hablar un poco del tema en relación con mi experiencia personal con el sr. Lupus.


Han sido contados los momentos en que emocionalmente he tocado fondo. Durante las recuperaciones después de un brote lúpico se experimentan tantos efectos secundarios debido a medicamentos y tratamientos que, a pesar de demostrar fortaleza, es imposible tener un día repleto de buenos pensamientos. Mirarse al espejo no es agradable, los cambios en el cuerpo, las alteraciones en el sueño, el hambre infinita que producen los corticoides y el anhelo de recuperar pronto una vida que de alguna forma, se siente que ha sido arrebatada, son una combinación fuerte que incluye pensamientos fatales en los que es preferible rendirse, no luchar más, no sentir dolor y morir de una vez, sin recuperaciones lentas que intenten dar consuelo a lo que con el tiempo se repetirá.


Casi 8 o 9 años después del diagnóstico entendí que mi salud mental era tan importante como la higiene oral o como acudir al nefrólogo para revisar mi riñón. Comprendí la importancia de los chequeos frecuentes con mi psiquiatra y comencé a verlo como parte de mi tratamiento. Al principio, me parecía una pérdida de tiempo sentarme a decirle que estaba bien, porque siempre había algo qué ocultar o que disfrazar, sin embargo mi poca capacidad para mentir me delató y a partir de eso, abrí mis emociones con tal de entender mis bruscos cambios de humor, la ansiedad descontrolada por las noches o por el contrario, las tremendas ganas de llorar sin razón alguna.


Las burlas de la familia y amigos, las ideas erradas y el desconocimiento hacen que un gran número de personas vivan y mueran sin haber tratado jamás su mente. Deducen lo que les pasa viendo una telenovela o haciendo suposiciones, pero no creen relevante entender el por qué de sus conductas, de esos pensamientos oscuros, de las obsesiones absurdas con un maltratador o de los miedos ridículos que frustraron una de sus metas. Jamás lo harán, porque la autosuficiencia les hará creer que ellos mismos pueden, que ese caracter incontrolable es heredado o que Dios los hizo así y hay que aceptarlo con mucha humildad.


Hoy que conozco con nombre propio mi trastorno mental, puedo ayudarme no solo con medicamentos sino con buenos libros relacionados con este tema, que de alguna manera me permitan conocer personajes, situaciones e historias similares; pero muchas personas con lupus prefieren no tener psicoterapias, lloran, se quejan y se lamentan sin escuchar a quienes de alguna forma, nos hemos ayudado y hemos logrado que la convivencia con el sr. Lupus sea más liviana. Otros, de seguro asisten a psicoterapia pero se niegan a aceptar su nuevo estilo de vida; la negación es parte del proceso, pero de nosotros mismos dependerá qué tanto permanecemos en esa etapa.


Con o sin lupus, pedir ayuda hace la diferencia.





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