Ante todo, fuertes
Actualizado: 11 oct 2022
Ayer en la tarde tuve la oportunidad de encontrarme con una excompañera de trabajo. Estuvimos juntas en el último colegio del que hice parte como maestra, y a pesar de que nunca fuimos un par de compinches, el respeto y la buena comunicación, siempre hizo parte de nuestra relación. El motivo de este encuentro: ella, diagnóstico de cáncer, yo, diagnóstico de lupus. Algo bueno debía salir de esta charla...
Cuando dos o más personas que han pasado por situaciones extremas de salud y que han atravesado etapas de aceptación, duelo y resiliencia se reencuentran para pasar un rato agradable en el que el tema principal es la enfermedad, hay dos opciones en la manera de basar el encuentro:
Por un lado, revivir lo sucedido, llorar, lamentarse, mostrar mutuamente las fotos del proceso, llorar de nuevo; foto del reencuentro, abrazo, lamento por un dolor repentino y hablar de cómo algunos conocidos murieron o quedaron sin esperanza por atravesar por una enfermedad tan cruel y despiadada.
La otra opción, hablar de las experiencias vividas durante el proceso, la forma en que se afrontó sin mostrar fotos que generen lástima, reír, foto del reencuentro con una enorme sonrisa, reír, compartir cómo la familia y las personas allegadas vivenciaron el diagnóstico y cómo les hemos enseñado que tan solo es una nueva oportunidad para vivir mejor; darse un abrazo, reír de nuevo y decir palabras de fortaleza, como mujeres decididas a salir adelante de cualquier manera.
Justamente lo interesante de mi encuentro con ella ayer, fue la manera en que ambas afrontamos la charla. Es bueno saber que no soy la única determinada a no morir en un diagnóstico. Fue bueno escuchar, que a pesar de las pocas esperanzas, de las situaciones duras y posiblemente mortales, aún existen personas que aprendieron y que con su testimonio pueden ayudar a otros que no saben siquiera qué paso tomar luego que un médico declara un diagnóstico casi que imposible de curar.
Con ella sentí, lo que esperaba que sucediera en el grupo de WhatsApp que describí en la anterior entrada. Un grupo lleno de más de 100 mujeres que en solo dos días me obligaron a desertar debido a su negativismo y palabras que nada aportaban a mi salud mental.
Con ella me di cuenta, que no es necesario haber sido las dos mejores amigas, las compinches que se saben la vida completa; cuando se quiere propiciar un sencillo reencuentro en el que ante todo, la palabra positiva, la fe y la sinceridad priman, no hay mucho que planear. Con ella reafirmé, que muchas personas quizás aún consideran que son cercanas a mi, pero la verdad es, que no me aportan nada, y hace un buen tiempo y sin pesar, salieron y abandonaron mis intereses.
Personas como ella, se deben tener cerca. Y es probable que pasen meses para un nuevo reencuentro, aún así, yo sé que está.
Sanar es eso.
Es alejar personas que restan, quedarse con quienes suman. Es cerrar ciclos en cada área de la vida, es eliminar personas que no están dispuestas a evolucionar, a crecer, a dejar huella de algún modo; si quedan pocas, ¡esas son! ¿para qué tantas?
Si tu intención es sumar, ¡cuadremos una salida!
Si tu intención es verme con pesar y quejarte, no pierdas el tiempo. No vamos a encontrar nada en común de qué hablar y apuesto que será la última vez que nos encontremos.
Comentários