Aquel asunto de la maternidad
Actualizado: 21 may 2019
Crecí rodeada de muñecas y de una hermana menor que disfrutaba jugar a la cocina mientras su Barbie tenía varios bebés. Como adolescente vi algunas compañeras de colegio quedar embarazadas de un novio idealizado y en la universidad presencié las dificultades y sacrificios que debían hacer quienes ya tenían hijos. Seguí creciendo y veo los hijos de mis amigas, mis propios sobrinos y los hijos de mis primos. Cada ambiente en cada etapa, ha reafirmado mi deseo de no ser madre.
El tema de la maternidad se vuelve con el paso de los años casi que una cuestión obligatoria; llega la familia, los amigos, los vecinos o algún aparecido preguntando por qué no tengo hijos. Hace un par de años alguien que tuvo un embarazo sorpresa me increpó con tal firmeza y urgaba en mis palabras encontrando la razón que la dejase tranquila. Su rostro mostraba un asombro indescriptible y en realidad yo no encontraba cómo más hacerme entender. Decir "no quiero", "no deseo", "no me interesa", suelen ser palabras difíciles cuando quien escucha, sí quiere, sí desea, sí le interesa o le tocó.
Así como para mí es complicado comprender cómo una mujer puede desear reproducirse y entregarse de forma tal a un hijo, para ellos, una vida sin un ser que supuestamente prolongue un legado, la existencia, el apellido y los genes, debe ser vacía, triste, oscura, desequilibrada... en este momento no recuerdo qué otras palabras me han dicho al respecto, pero estas serán suficientes.
¡No es el lupus!
Algunas de las personas que he conocido en los últimos años y que han vivido de alguna manera mi proceso con el lupus, se han hecho a la idea de que no es que yo no quiera, sino que no puedo; que el lupus me ha impedido cumplir este sueño o que probablemente hay problemas de infertilidad. Ni lo uno ni lo otro.
Sé que quienes sufren la enfermedad pueden quedar embarazadas, sin embargo, el lupus debería estar bastante inactivo, al menos 6 meses, para comenzar a hacer planes. En algún momento uno de mis tantos especialistas me lo dijo. "¡Aproveche, mija, porque no se sabe después!
Luego, fue él mismo quien quitó uno de mis ovarios y al darme la noticia de la baja probabilidad de fertilidad, sufría esperando que yo entrara en llanto, gritara cual culebrón televisivo o le suplicara ayuda para tener el dichoso hijo. Que me dijeran que las posibilidades comenzaban a debilitarse, dibujó una sonrisa mientras le decía que no se preocupara, que el asunto no me interesaba.
El no desear hijos no tiene que ver con tener o no pareja, ni con la edad, ni con un estado de ánimo en especial. Se trata de una decisión que considero fundamental para la sobrepoblación del planeta y que me da satisfacción. ¿En realidad este mundo plagado de injusticia, deterioro espiritual, moral y familiar, sin mencionar lo político, merece un hijo mio? Más bien, un hijo mío no merecería un mundo asi y yo no necesito ese sacrificio para que mi rol como mujer sea valorado en mayor proporción.
En los últimos años comprendí que no estoy sola. Que como yo hay miles de mujeres que han tomado esta decisión por el bien de la misma humanidad. Que les vale lo que puede decir aquel que no piensa igual porque lo que en realidad importa, es ser feliz. Y mi felicidad no es necesariamente la misma tuya.
No es el lupus. Desde niña lo supe. Mi Barbie era soltera y no tenía hijos, vivía sola y visitaba a su hermana llena de bebés. Mi barbie era la tía, y era feliz. En la adolescencia, me enamoré platónicamente de la locura de Hamlet y saber que no dejaba descendencia me hacía verlo como el hombre soñado. La universidad confirmó que tendría cientos de hijos llamados alumnos; que los amaba, los extrañaba, quería lo mejor para ellos y les mostraba abiertamente las razones por las cuales su maestra no era madre. Los hijos de mis amigos, mis sobrinos y los hijos de mis primos... no soy optimista con el mundo que les espera, aún así, espero sepan lidiar con su dureza.
No es el lupus. ¡Soy yo!
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