Hasta la vista, lobo
Actualizado: 4 nov 2019
Me declaro amante indiscutible de las películas de terror, un gusto que nació desde que era niña; suena un tanto masoquista, pero recuerdo aún la primera vez que vi el video musical de Thriller de Michael Jackson y sentí durante la noche escalofríos que me impedían dormir.Luego, una noche por casualidad vi Poltergeist, mi primera película del género, y la amé. Esto no me convirtió en una niña miedosa, todo lo contrario, abrió una puerta a la curiosidad incluso en los libros, volviéndome más tarde una adolescente adicta a las historias de RL Stines, King y Poe. Hasta hoy, disfruto esas extrañas sensaciones de terror, y sigue siendo mi género preferido; las veo a cualquier hora sin problema alguno, sin embargo, octubre del 2018 fue un mes totalmente diferente. Pero, ¿qué tiene que ver el terror con el lupus?
Ya he mencionado en repetidas ocasiones la tremenda crisis lúpica de esa fecha, un mes de aquellos que por más que pase el tiempo, no olvido los detalles. La primera semana de octubre estuve hospitalizada y el resto de días, entre medicamentos y dolores, dormía poco en las noches debido a la inflamación de las piernas, calores insoportables y pensamientos oscuros que suelen atormentar cuando es momento de dormir. En estas situaciones, sin contar los innumerables controles médicos, los días eran monótonos, desesperanzadores y con cambios de humor repentinos. El cine o la televisión en realidad no me hacían bien, porque las luces me producían migrañas, náuseas y por alguna razón de fotosensibilidad, dolían más mis articulaciones.
Todo lo anterior lo traduzco en estas palabras: fue mi primer mes alejada del terror. Alejada del terror del cine, porque en realidad, el terror ya vivía en mi.
Para cerrar de forma memorable, mi Halloween aquel 31 de octubre, fue totalmente diferente; si ya el mes marcaba grandes cambios en varios niveles, faltaba algo más. A las 9 de la mañana tuve mi primer tratamiento biológico. Toda primera vez me genera intriga e inseguridades, y aunque quise leer sobre el tema, la literatura al respecto se me hacía muy confusa. ¿Qué era un tratamiento biológico? ¿Por qué irónicamente un 31 de octubre, si este era de los días que más disfrutaba?
Hoy, un año después puedo decir con certeza, que amo este tratamiento y que es una lástima que no todas las pacientes que lo requieren, puedan obtenerlo con la misma facilidad que yo. Su precio es elevado, así que si el servicio de salud no lo autoriza, jamás podrán usarlo.
En mi caso, el tratamiento biológico es el Belimumab, y desde aquel 31 de octubre, cada mes obtengo una dosis intravenosa de 800 mg que me ha ayudado de forma positiva a inactivar el lupus. Aunque el proceso dura prácticamente toda la mañana, y se realiza en una sala de quimioterapia, sus efectos son mínimos y soportables.
Aquel halloween, llegué asustada, sin saber qué pasaría después de su aplicación y qué tanto funcionaría en mi. Todo el servicio médico tenía sus disfraces, se veían felices, mientras desde esa sala, pensaba que yo también vivía en una película de terror. Que esa noche de Halloween, finalmente mi cuerpo tendría dentro un medicamento que actuaría para contrarrestar ese monstruo que en silencio, como un Alien, pretendía apoderarse de mí mediante mis emociones, mis pensamientos y mi cuerpo. Que soportar toda la mañana en esa sala, era el único sacrificio requerido, para que el monstruo, el lobo, como un efectivo exorcismo, no tuviera otra opción que desaparecer.
Este próximo 30 de octubre tengo mi dosis número 12 de Belimumab y la mejor noticia es, que en noviembre será la última. Un año que se cierra por lo grande. Un año en el que no solo se soportaron dolores, desvaríos mentales, aumento de peso, sino que se sacrificaron viajes, películas, fotos, lugares, amistades, todo con la firme seguridad de que este octubre sería diferente... diciembre, ¡prepárate que no me vas a reconocer!
A propósito, el final de esta historia de terror es de aquellas en que la heroína vence. Puede que el lupus desee retornar cada tanto tiempo, al mismísimo estilo de Michael Myers, pero hay ciertas armas con las qué el no cuenta y que sin miedo, estaré siempre dispuesta a utilizar; ya saben, es que no me gusta perder.
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