Gracias, 2018
Hace un año las cosas ya no estaban bien. Recuerdo que en octubre o noviembre, le pedí a mi doctor que me remitiera al reumatólogo porque sentía que algo no estaba funcionando como debía; estaba irritable, padecía de insomnio, lloraba sin razón, aparecían pensamientos suicidas de repente, me fastidiaba incluso la presencia de personas que amo.
"Puede ser la tiroides", dijo mi médico, pero yo le insistía que era algo más. Finalmente, no hizo caso a mi súplica y prefirió primero hacer exámenes de TSH y que si todo estaba bien, ahí si comenzábamos tratamiento reumatológico. Llevaba 4 años sin siquiera un control, porque se suponía, todo estaba bien. Nada me dolía, viajaba, caminaba por horas, dormía bien... pero el lobo silencioso del lupus estaba al acecho. Se acercaba... se despertó, y yo sabía muy bien por qué razón.
El gran imitador podría hacerme pensar por momentos que era solo una preocupación; o que efectivamente, era cuestión de tiroides; o que era ansiedad, mal humor o simples ganas de joder. Pero mientras el año acababa, cada vez me sentía más cansada, más somnolienta en las tardes, con menos ánimo de salir y cero entusiasmo por lo que representa la navidad y el fin de año. No crean que es fácil, por momentos fingía ante mi familia que todo estaba bien, pero yo sentía que en mi interior todo era un caos. Diariamente era la misma historia y ya no soportaba la presión de llevar una especie de doble vida, en donde sonreía cuando estaba en compañía, pero en la soledad de mi apartamento, deseaba desaparecer de este mundo.
Aquel 31 de diciembre, decidí pasarla completamente sola. Mi perro y varias películas de terror hasta las 3 de la mañana fueron mi compañía, mientras afuera los fuegos artificiales, los abrazos y la música se me hacían indiferentes. Nada me conmovía. No extrañaba a nadie, no quería estar con nadie y así fue.
Lo que sucedió en enero fue tan crítico, que prácticamente en todo el 2018, el lupus fue protagonista activo de mi vida. Apareció con tal voracidad que estuve a punto de morir.
Aún así, solo tengo palabras de agradecimiento.
Gracias lupus, por mostrarme el lado oscuro de la vida; por despertar y permitirme ver qué es lo que tanto buscabas de mi.
Gracias por enseñarme a las malas lo que debí aprender hace tiempo; gracias por darme la oportunidad de sacar lo mejor de mi, por recuperar a mi familia, por darme la valentía de alejar lo que no necesito.
Gracias a ti conocí las maravillas de Dios, el poder de la oración y de la fe. Gracias a ti supe qué tan fuerte soy, qué tanto me quiero y quienes me aman realmente.
Gracias porque cada vez que intentas maltratarme, aprendo cómo aplacarte, y ya que crees conocerme tanto, sabrás que no me has quitado la capacidad de soñar, y solo por eso, ¡tiempo para rendirme es lo que falta!
Gracias, 2018.
Ha sido dura la prueba con respecto a la vanidad, la imprudencia de la gente, la incomprensión de los ignorantes, perdonar sin ego y rescatar el amor propio. Pero hoy, a pocos días de culminar este año de aprendizaje, sigo haciendo planes y ansío con paciencia estar completamente sana, en cuerpo y alma.
Podría ser el peor año de mi vida hasta ahora.
Todo depende de cómo lo mires.
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