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Hágame el enorme favor...

Actualizado: 15 mar 2022

Esta semana tuve mi primer control del año con reumatología. Recuerdo que cambié de médico hace unos dos años porque sentía que, aunque se mantenía siempre actualizado en enfermedades reumatológicas, su manera de proceder en consulta era algo mecánica. Tenía una secretaria a su lado, a la que le dictaba qué escribir al pie de la letra; me examinaba en orden estricto, no permitía que le expresara mucho de mis emociones porque al comenzar a hablar, interrumpía con una frase que debía copiar su secretaria. Una vez cuando me dio la orden de medicamentos, noté que los miligramos no correspondían a los que usualmente tomaba. ¿Me bajó la dosis, doctor?, pregunté emocionada a pesar del dolor muscular que muy seguramente sentía en ese momento. Ah, ¿usted no toma eso? Cambiemos la orden entonces...


Comencé a notar que la consulta se tornaba monótona... no había espacio para un examen profundo, para expresar si estaba triste, si me preocupaba algo... a mi reumatólogo, muy bueno, muy estudiado y actualizado, lo sentía distante.


Cuando cambié de médico hace unos dos años, no pensé que me gustara tanto. Escuché malos comentarios sobre su trabajo; alguien me dijo que por su culpa, su madre había decaído, otro me dijo, que no era delicado para decir las cosas, que le faltaba empatía... mil razones que lo presentaban como un mal reumatólogo. Sin embargo, en una de mis hospitalizaciones, él estuvo de paso, y no tuve la misma primera impresión. .


A pesar de mis recaídas, considero que el manejo recibido en conjunto con mi médico internista, ha sido el adecuado. Lo que para otros puede ser pedantería, para mi es una simple manera coloquial de expresarse. En algún momento de la consulta pregunta cómo me siento o si hay algún problema en casa, intentado buscar situaciones emocionales que afecten positiva o negativamente el lupus.


Desde finales del año pasado el lupus se está durmiendo. Pasan días en que olvido por completo que un lobo está dentro de mi. En la consulta de esta semana, luego de revisar mis exámenes de laboratorio, verme con abundante cabello, con 3 kilos menos de peso, con una sonrisa difícil de quitar, activa, feliz, contándole que nada me duele ni nada me molesta, me tomó de las manos para examinar los nudillos, dedo por dedo, la muñeca y en general, ver alguna inflamación articular en esa zona. Mientras lo hacía, en un tono muy íntimo me dijo:

Hágame el enorme favor de seguir así. Hágale un bien a su reumatólogo, usted no sabe lo feliz que me hacer verla como hoy. Y ojalá, este fuese el fin de la enfermedad, pero ahora viene lo bueno y lo difícil: mantenerse.

Imposible no sonreir. Imposible no sentir su empatía, su cariño, su satisfacción como médico al ver que un paciente no se rinde y responde al tratamiento con paciencia; no soltaba mis manos, las tocaba con detalle buscando luego en los brazos y codos alguna inflamación, mientras me hablaba, desde el corazón.


Usted sabe que puede irse a China si así lo desea, pero nunca salga sin bloqueador, aunque sean sandalias, cada dedo del pie debe tener bloqueador. No permita que algo tan pendejo le despierte el lupus. Y si está muy contenta, agua, mucha agua, nada de licor. Y si un día amanece cansada, sin ganas de hacer nada, pues descanse, de malas el resto del mundo, usted ya lo sabe. Siga haciéndome feliz, sea feliz y en cuatro meses nos vemos; la quiero ver igual o mejor.

Qué importante la empatía. Sentirse cercano e importante para un médico, que más allá de un pago mensual, existe un compromiso real con la salud, no tiene precio. Qué mal por los comentarios de experiencias ajenas, en donde posiblemente, hubo irresponsabilidad en el paciente.


Qué bien se siente no depender de los corticoides, sentir nuevamente que la mariposa está viva. Qué bueno saber que el lobo, a pesar de su ferocidad, puede ser aplacado una y otra vez.


Qué bonito sería imaginar por un segundo que todo fue un mal sueño, que siempre estaré así. Que no tendré más brotes lúpicos. Que no tendré que empezar de cero.


Hoy, disfruto. Sonrío, sabiendo que ha valido la pena la espera. Que todo es temporal.


Todo es temporal.




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