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La cajita de las molestias

Actualizado: 9 nov 2019


En los últimos años he perdido y ganado amistades; algunas se alejaron sin razón, otras llegaron gracias a gustos en común: los libros, la música o los viajes. Estas tres pasiones además de los animales, me han permitido encontrar personas que al igual que yo, se niegan a morir lentamente a pesar de las mil dificultades que puedan aparecer por el camino. Quizás esta ha sido la cualidad que más he apreciado de ellas; no rendirse, cumplir sueños, defender sus ideales y mantener la fortaleza en cada momento.


Hace un par de días tuve una conversación muy especial con una de ellas; me contaba con preocupación que su esposo, el hombre que más ha amado en su vida, había sido diagnosticado con psoriasis. Compartimos ideas al respecto y de mi parte le conté la experiencia cercana que he tenido con aquella enfermedad y las razones que los libros, los psicólogos y psiquiatras me han enseñado al respecto y su estrecha relación con las emociones.


Comprendo que el diagnóstico es muy reciente y que se encuentra en esa etapa en la que con insistencia debe estarse preguntando, ¿por qué a mi?, ¿qué he hecho mal?, ¿qué va a pasar conmigo en un futuro?, entre otras que con ansiedad hacen que la enfermedad siga fluyendo por todo su cuerpo sin detenerse.


Al igual que el lupus y el resto de autoinmunes, la psoriasis suele venir acompañada de un impacto emocional. Las lesiones en la piel generan en su mayoría sentimientos de rechazo, verguenza, inseguridad, baja autoestima y de integración social. En otros, llega a causar incluso depresión, lo cual no ayuda a que la enfermedad se detenga. Las limitaciones que puede llegar a padecer incluyen fotosensibilidad, pérdida de la movilidad debido al dolor articular y dificultad para conciliar el sueño, solo por mencionar algunas; de verdad, es un cambio abismal para el estilo de vida de cualquier persona.


Entiendo todo lo que el diagnóstico implica y sé que la etapa inicial no es fácil. Aunque la comprensión de la familia es importante, todo está en él. ¡Qué enorme responsabilidad! Ser justamente el paciente quien deba poner más de su parte, aunque despierte y tenga días en que no quiera ir a trabajar, en que verse al espejo será una tortura y en donde crea erróneamente, que su aspecto hará que su pareja deje de quererlo. Pasada esta fase inicial, en donde se comprende la enfermedad, las limitaciones y las razones emocionales que la produjeron (porque definitivamente las hay), todo comenzará a ser más llevadero.


Todos sufrimos decepciones. Si a esto le sumamos las decenas de noticias desalentadoras que nos bombardean cada día, los problemas de los vecinos, las injusticias del trabajo, las calamidades y los proyectos fallidos, incluyendo las enfermedades, todas estas situaciones tienen una conexión directa entre la mente y el cuerpo. Los pensamientos negativos son la primera fase para perder la salud; ponle un tanto más de preocupaciones y tendrás una enfermedad crónica.


Dice un investigación que leí hace poco, que "un minuto con un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario tocado durante 6 horas". ¡Qué fuerte! ¡Mira cuánta negativa le inyecté a mi vida para que se convirtiera en lupus...


Pero la razón principal por la que decidí escribir hoy y pensar en mi amiga, es que de manera muy sabia, luego de conversar y contarme que su esposo aún no considera que lo emocional tenga algo que ver en su diagnóstico, me confió la forma tan sencilla y práctica con que ella decidió lidiar con los aspectos duros de la vida. Intentaré transcribirlo tal como me lo dijo:

"Sabes, yo tengo la capacidad de tener una cajita en mi cabeza. ¡Es verdad y lo he ejercitado! Allí pongo todo lo que me molesta de mis hermanas, de mi mamá, lo que me han dicho y me ha herido en algún momento. Ahí están y jamás me acuerdo de ellas. Esto me evita guardar rencores. Esa habilidad es el movimiento más inteligente que yo tengo y que practico. Desde jovencita lo hago; no sé donde lo aprendí ni como lo he mejorado, pero con el tiempo, es así.


Te puedo decir, es casi como no tener sentimientos, es muy raro; lo hago seguido y ahora con mis compañeros de carrera, lo sigo poniendo en práctica para llevarme bien con todos. No tengo rencores ni coraje, solo me molestan las cosas en el momento y luego las guardo donde deben estar, en aquella cajita.


A mi hija, yo le cuento de mi cajita, esa que está en mi mente, no en mi corazón. Cuando dejas que algo te toque el corazón, ya valiste madre. Solo deja lo bonito en tu corazón. "


Desde aquel día, he intentado buscar esa cajita en mi mente. No existía, así que la creé. Le puse un par de colores y un letrero luminoso que dice, "No abrir, material contaminante". La ubiqué en un rincón, y noto que cada vez es menos lo que debo echarle. Cuando se sana y se sabe llevar una vida sin negatividad, ¿qué desechar? A pesar de eso, ya tiene un sitio.


Todos deberíamos tener una cajita, o una bolsa, un armario, un cofre o cualquier forma que le queramos dar, con el único objetivo de tirar ahí lo que nos daña. Sin rencores ni envidias, sin odios ni decepciones, viviríamos un presente libre de pasado oscuro. Gracias amiga, por compartir este lugar de tu mente; se ha quedado por siempre en mi corazón.





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