La emoción de volver.
Para mi, no hay mejor sensación que viajar; y aunque hay diversos tipos de viaje, la más placentera es aquella en que se planea conocer un lugar soñado o cuando se regresa a los sitios que llenaron el alma de buena energía al punto de quitar cualquier malestar, dolor o enfermedad.
Hace 5 años conocí uno de esos lugares, y aunque en aquel entonces las deudas eran exageradas, logré acomodar mis gastos, armé maletas y partí con la firme intención de regresar pronto. La salud y la situación económica no ayudó por un buen tiempo, sin embargo, nunca saqué de mi mente esa idea, y con el paso de los días me obsesioné con ella.
Tengo la fortuna de contar con dos amigas con intereses similares, entre ellos, viajar. Nos conocimos hace 5 años en aquel viaje, volvimos a encontrarnos al siguiente año en otra aventura, pero por cosas del destino, no hemos vuelto a estar juntas. Cuando el lupus me atrapó de nuevo el año pasado, cualquier intento de viaje se alejaba de la realidad y solo soñábamos con reunirnos pero creo que en el fondo, ninguna estaba segura de que sería tan pronto.
El 31 de diciembre del 2018 junto a mi familia hicimos una bonita despedida de año; en un globo escribimos deseos específicos para el 2019; entre otras cosas, el mío decía "viajar", y aunque en ese mes aún los dolores, la hinchazón de mi cuerpo, la ingesta de medicamentos, los días en que sentía no poder más, eran aún frecuentes, siempre supe que era temporal, y que solo era cuestión de paciencia. Que ese viaje finalmente iba a suceder y que lo deseaba pronto. Mi situación aún no era alentadora, todo iba lento e imaginar irme tan lejos era una completa locura; pero mi vida ha estado llena de decisiones locas, así que pensar en una próxima, era sencillamente algo normal.
Hoy, a 10 días de mi viaje, la emoción es enorme. A finales de mayo decidí comprar todo; decidí seguir ganando esta batalla; no puedo depender de una enfermedad crónica para cumplir sueños ni temerle a que los desbarate.
Lo primero que hice fue consultarle a los médicos que llevan mi caso: el reumatólogo, el internista y mi hematóloga. Todos coincidieron en un "váyase y disfrute", lo que se traduce en "no te tengo miedo, lupus, lo voy a hacer".
He aprendido tanto en los últimos años sobre la enfermedad, que viajar, irme con mis amigas y volver al lugar al que tanto he querido, debe ser una realidad. Tengo en cuenta que la alimentación será clave y la hidratación una necesidad mínima de cada 30 minutos. Que sonreir, tomarme fotos, llorar de emoción, reirme, extrañar a mi familia, a mi perro y a mi super cómplice, son parte del viaje. Que llevar mi protección ante el sol, gorros, lentes, medicamentos, serán parte del equipaje. Que la vida es muy corta para no cumplir sueños; que ninguna enfermedad puede impedirnos ser feliz; que volver a Nueva York y pasar mi cumpleaños en Boston, es solo el inicio de nuevos viajes, nuevos destinos, nuevos paisajes. Que debo seguir cuidando de mi, amando cada marca o kilo ganado, sin temor a que en el próximo viaje, el número de millas recorridas en avion se dupliquen.
¡Estoy feliz! Sé que todo saldrá bien; me lo merezco y estoy segura que tendré mucho que escribir aquí. De la manos de Dios, ¡allá vamos Nueva York!
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