La magia de este viaje
Actualizado: 21 abr 2019
Si me preguntaran qué cosas me hacen feliz en la vida, sin dudarlo diría que viajar es una de ellas, pero en los últimos dos años esto se ha convertido en un plan que a última hora debe aplazarse o cancelarse definitivamente. Hoy, mientras veo la maleta abierta de par en par y busco la ropa que debo llevar, me doy cuenta que más que un viaje, es un premio a mi paciencia.
Cuando tuve que cancelar el concierto de Green day, vender las boletas y quedarme en casa viendo fotos y refunfuñando por sentirme tan mal, maldiciendo los dolores articulares y una especie de gripa e insomnio que no pasaba, no entendía que era el principio silencioso de la crisis lúpica; aquella crisis que originó otras enfermedades y que hoy me tiene aquí sentada escribiendo.
Luego tuve que cancelar un concierto más; después resignarme a no hacer planes con mis amigas de viaje; ni siquiera pensar en ello, porque no soportaba el calor ni el frío. ¿A dónde carajos podría ir entonces?
En enero de este año comencé a sentirme mejor; algo me decía que no había marcha atrás, que aquellos tiempos malos tan solo eran un recuerdo y que muy pronto, planear un viaje, pisar un aeropuerto, alistar la maleta y tomar bellas fotos, volvería a suceder.
Mi intención real, era estar la próxima semana en FILBO, pero todo se alineó para que justo esta misma semana, saliera este viaje. Debía decidir, si irme quizá sola a Bogotá, disfrutar de los ponentes, comprar libros, ver de nuevo a mi autor preferido e intentar sentirme bien en clima frío, o estar con mi familia, en una playa, con sol del cual debo huir, riéndome de las locuras de mis sobrinos y comiendo delicioso en un hotel de lujo.
Lo confieso, lo tuve que pensar.
Hoy, hago mi maleta, guardando suficiente bloqueador solar, gorros, lentes oscuros, libros, un pastillero, ropa fresca que solo usaré dentro del hotel; veré la playa desde lo lejos o la pisaré en el atardecer. Tomaré un par de cocteles que de seguro no me harán daño, y tomaré mis medicamentos hasta que diariamente el pastillero quede vacío.
FILBO era mi sueño, pero sé que habrá una nueva oportunidad para ver al autor, tomarme fotos y tener mis libros firmados. Nunca se sabe cuando podremos estar juntos como familia, en donde ninguno tenga un impedimiento laboral para ir o una enfermedad que dificulte el viaje; mis sobrinos crecerán, Alejandro aprenderá a hablar y me habré perdido su cara de felicidad mientras se da un chapuzón en la piscina.
Ellos tampoco viajaron durante estos dos años, cancelaron piñatas y celebraciones por mi enfermedad. No había ánimos para eso.
Que este viaje sea el inicio de muchos más y que el próximo que estoy planeando, marque de nuevo mi pasaporte, rumbo al norte.
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