Lo invisible
Actualizado: 6 abr 2023
Que lo esencial es invisible a los ojos, dice El Principito, sin embargo, algunas emociones suelen camuflarse hasta el punto de no ser detectadas por ningún sentido. Las enfermedades crónicas también tienen ese poder, se esconden en silencio y surgen de la nada mostrando finalmente el verdadero horror del lobo feroz. Aunque El Principito tenga razón y lo haya planteado desde su corazón bondadoso y puro, no tuvo en cuenta la otra cara del mundo, la que prevalece.
El lupus es una enfermedad invisible, difícil de detectar; pero hay otras enfermedades invisibles, que agobian a diferentes personas sin importar la edad, como la envidia. Invisible a nuestros ojos hasta que un buen día despertamos y la notamos. Si el lupus es un enemigo invisible, esas personas son peores. La única razón para camuflarse es alimentarse de lo positivo de quienes se permiten triunfar y vivir en armonía. Acercárseles, los hace sentir parte de ellos. Tal cual, lupus.
La envidia, al igual que el lupus, se alimenta de las emociones. Si la víctima es una persona feliz, de buen ánimo, optimista, tranquila, y en especial, confiado de que con Dios todo lo puede, difícilmente podrán acceder a ella. Si por el contrario, la víctima no tiene estabilidad emocional, logran su cometido, podrán engañarla, hacerles creer lo que se les venga en gana.
Tanto el lupus como la envidia, surgen silenciosamente y un tercero, aquel que está atento y que diagnostica, logra desenmascararla. La persona atacada por lupus o por el veneno de la envidia, reaccionan igual al enterarse de esta noticia: incredulidad mezclada con una leve culpa. Con el tiempo llegan a entender de qué se trata en realidad y logran convivir con esa peste, llámese lupus o envidia.
Después de 12 años con lupus y 3 recaídas de gran importancia, tengo claro que soy responsable de dejarlo entrar en el momento en que me dejo afectar por la negatividad, la ira, la tristeza y cualquier pensamiento poco sano. Con la envidia se debe tener cuidado. No existe un examen clínico ni un laboratorio de sangre que indique qué nivel tiene, la cantidad de hipocresía y el tamaño del odio. No hay manera de diagnosticarla ni se alivia tomando un medicamento. Es invisible a nuestros ojos hasta que se logra detectar por señales que pueden variar de sujeto en sujeto. Pone a prueba el instinto, o eso que llaman, el sexto sentido.
Tanto el lupus como la envidia pueden atacar cualquier órgano. Ambos pueden producir migrañas, insomnio, malestar estomacal, erupciones en la cara y enfermedades mentales. Son una peste.
No solo lo esencial es invisible a los ojos. Tener la habilidad de detectar un brote lúpico o una señal de envidia, se adquiere con el tiempo, incluso con las malas experiencias. Nadie está exento y nadie es culpable, sin embargo, somos responsables de mantenerlos al margen.
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