Mi bola de pelos
Actualizado: 27 abr 2020
Nunca quise y aún sigo firme en que no quiero ser mamá, pero conozco mujeres que con gran responsabilidad asumen el rol y lo llevan a un nivel insuperable. Desde mi punto de vista, se puede cunplir ese papel maternal como maestra, como tía, como madrina... y sí, con una mascota.
¿Qué hubiese sido de mi experiencia con el lupus sin Motas? Me he hecho esa pregunta muchas veces y llego a la misma respuesta: hoy no estaría aquí. ¿Demasiado trágico? Cuando recapitulo me doy cuenta que mi perro ha salvado mi vida y que ha sido parte fundamental en todo este proceso. No quiero decir entonces que ha sido más importante que mi familia o los tratamientos, pero sí tiene un lugar especial en la balanza,
En Noviembre del 2009, Motas llegó en una caja de cartón a la puerta de mi salón de clase. Era el segundo a la derecha y mientras intentaba enseñar algún tema nuevo a pesar del tremendo dolor articular que sentía a esa hora de la mañana, apareció Mateo, un alumno con cientos de llamados de atención pero con un amor enorme por los animales; su padre sostenía esa cajita que no paraba de moverse. Nuestro saludo fue un mordisco indoloro que no pude rechazar; era él, y no podía negarme a darle la oportunidad de estar conmigo.
Meses atrás de aquel primer encuentro, me habían diagnosticado lupus. Fue un año difícil debido a mi desconocimiento y el de mi familia acerca de la enfermedad; lupus, una palabra que jamás había escuchado y que desde ese año hace parte de mis conversaciones cotidianas. ¿Estaba capacitada para cuidar un shih tzu de escasos 2 meses? ¿tendría fuerzas para sacarlo a dar paseos, llevarlo a controles a la veterinaria, enseñarle a hacer sus necesidades? Y si el entumecimiento fuese de por vida, ¿podría hacerme cargo de él?
A pesar de la cantidad de dudas y miedos, decidí hacerme cargo de Motas, y tal como lo presentí al tomar la decisión de cuidarlo, algunos días mi organismo no ha respondido de la mejor manera. Sin embargo, han sido más los días buenos que los malos y he tenido la suerte de contar a mi alrededor con personas que finalmente, me han ayudado.
Los últimos 2 años han sido difíciles, y Motas, cual médico experto en enfermedades autoinmunes, ha detectado con anticipación cada brote. Llora a mi lado, me lame, me cuida y protege más. En aquellos días en que deseé no vivir y que buscaba una forma sencilla y cobarde de desaparecer, se paraba a mi lado y me miraba de tal manera que sin pronunciar palabra alguna me demostraba amor incondicional; su mirada brillante y fija me ayudaba a retractarme de cualquier terrible pensamiento y de solo imaginar, que él quizás esperaría en vano mi llegada, con el paso de los meses, esa opción fue descartada por completo.
Hoy como cualquier otro año, celebro su vida; una vida que me ha salvado, que ha hecho más significativa la soledad; que me ha enseñado que la lealtad sí existe y que para ser madre no necesité engendrar. Que mi promesa de cuidarlo en todos los sentidos es tan verdadera como su incondicionalidad. Que es mi bebé, aunque seamos de especies diferentes y para muchos sea un concepto irracional e incomparable con el de un hijo.
Para la depresión, una mascota; para 10 años con lupus, Motas. Desearía que tú sí fueras eterno.
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