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Señales de alerta

Siempre supe que uno de los primeros órganos que ataca el lupus es el riñón y me sentía aliviada al saber que no era mi caso; aunque tenía recaídas, jamás sufría daños renales. ¿Tendría tanta suerte siempre?


Comencé a leer sobre el tema, entendí el punto extremo al que se puede llegar y por un momento pensé que mi fortuna sería eterna. Que si otros pacientes tenían ese daño, yo podía ser la excepción.


Alarmas.

Tenía claro que el primer signo de que algo va mal, es la cantidad de proteínas en la orina. Las mías, siempre estaban en el rango que debía ser, y quizá nunca fue vista como señal de alarma para visitar años atrás a un nefrólogo. En mi caso, la nefritis lúpica no era un problema. ¡Mi creatinina era envidiable!


Antes de la última recaída.


Un par de semanas antes, noté que me despertaba casi cada media hora al baño. Sentía ganas de orinar con mucha frecuencia y yo, experta médico de pacotilla, supuse que se debía a la cantidad exagerada de agua que consumía al día. Sentía mucha sed y no paraba de tomarla aunque fuese tarde, en la noche. También noté un color más oscuro y yo, experta médico de pacotilla, supuse que era posible que estuviera aguantando varios minutos, antes de ir al baño. Ustedes entienden, ¿verdad? Porque todos somos médicos.


Días antes, sentía un dolor constante en la zona baja de la espalda. Dolía si estaba sentada, acostada, de pie... sí, yo, como buena médico de pacotilla supuse que estaba un poco estresada por esos días; ¿debido a qué? no lo sabía muy bien, pero obviamente, esa era la razón.


Dos días antes, fui a un examen médico de seguimiento; la presión estaba altísima. La doctora tomó la tensión tres veces, y nunca varió. Pero no, todo tenía una explicación. Yo, la gran médico de pacotilla, supuso que se debía al sol de esa mañana y como me había ido caminando y era un trayecto relativamente largo... en fin.. esa era la razón.


Si ustedes también fingen ser médicos, tengan cuidado. No se puede jugar sin conocer las reales reglas del juego.

Me creí inmune a los daños renales. Pensé que jamás sería mi caso y por ello fui ciega ante las señales de alerta. Cuántos van por ahí sintiendo por años los gritos silenciosos del cuerpo y nunca visitan un médico porque creen en sus propios diagnósticos de pacotilla.


Siguió la biopsia renal, luego el diagnóstico: Nefritis Lúpica grado V. Después, los días de lectura obligatoria, de entendimiento ante este nuevo diagnóstico. Finalmente, el tratamiento más adecuado. La buena noticia, no había falla renal, aún así, comencé un ciclo de ciclofosfamida inyectable, una especie de quimioterapia con diversos efectos secundarios.


Proteinuria de 6.000, cuando lo normal debe estar entre 0 y 80mg en una prueba de 24 horas. ¿Cuánto tiempo necesitaba para establecerme en el rango adecuado? Años, quizás.


Hoy, tengo 250 mg. Me acerco lentamente al valor deseado. Ocho meses después, la rapidez con que se recuperan mis riñones fue asombrosa incluso para mi nefrólogo, con quien comencé controles por primera vez. "Es un caso raro", me dijo releyendo los indicadores de mi proteinuria, "esto por lo general, tarda años en normalizarse".


¿Qué debo evitar comer para cuidarlos? Sencillo: carnes rojas y sal. La dupla perfecta. Quien quiera cuidar sus riñones, que la aplique.


Que mis riñones son fuertes, no es ningún secreto, pero mi as bajo la manga en todo estos años de brotes lúpicos ha sido la paciencia. Qué mas da no tener cabello, o aumentar un par de kilos, si los riñones no realizan su función como debe ser.


Paciencia, que la vanidad no siempre es salud.










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