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Foto del escritorSandrillaP

¡Que venga el frío!

Actualizado: 28 sept 2019

Los cambios climáticos y el lupus son una constante lucha. Si hace frío, queremos algo de calor; si el sol quema, necesitamos lluvia. No es que seamos inconformes, pero me doy cuenta, que sentimos con más fuerza ambas opciones. En mi caso, puedo predecir la lluvia, porque mi mano derecha sin intención, se pone roja, duele y se hincha. De inmediato afirmo, ¡Va a llover!, y ante la risa burlona o la mirada atónita de quien está a mi lado, llueve.


Me encanta la lluvia, el frío y el día nubado; a pesar de ello, debo lidiar con un leve dolor en los brazos, las muñecas y en ocasiones, en los hombros. Mi piel se pone un poco seca, pero en general, creo que el frío y yo, nos estamos entendiendo. En cuanto al calor, aunque crecí en una ciudad de 37 grados, pasar unos días allá, es bastante complicado. Es cierto, hace calor, pero siento que el sol lo tengo justo sobre mi piel, que traspasa el bloqueador, que perfora mis poros. Vivo ahora en un lugar donde promedian lo 26 grados centígrados, pero si hace calor, mi piel se pone roja, pica, los eritemas comienzan a notarse, las uñas suelen quebrarse y sudo más que el promedio de la gente de mi edad.


Ante estas dos situaciones, en realidad no sé cuál clima es mejor para mi o para cualquier persona con lupus. Cuando le pregunto esto a otras que lidian con la enfermedad, las opiniones se dividen. Algunas me dicen que en días fríos, amanecen entumecidas en la cama y que levantarse es difícil. Lo viví al inicio de la enfermedad, lo entiendo perfectamente. Otra, la que vive en mi ciudad de origen bajo ese sol constante de casi 40 grados, me cuenta que es tanta la inflamación, que el dolor es insoportable; que si viviese en un clima más fresco, de seguro se sentiría mejor.


Aparte de lo que se llega a sentir en cualquiera de estos dos climas, debemos cargar a diario con sombrilla, bloqueador, lentes oscuros, termo con agua y abanico. He llegado a este extremo. Mi bolso se llena con todos estos accesorios y no da cabida para mi cartera. Es cuestión de precaución, llueva o haga sol.


Lo irónico del asunto, es que aunque llevo 10 años con la enfermedad, aún personas cercanas a mi no han entendido por qué sudo más que otros, por qué un día cualquiera no me quiero levantar, por qué si hace sol no quiero salir de compras, por qué simplemente no quiero viajar a lugares con playa.


Familia, amigos, seres cercanos: así es el lupus. Acéptenlo de la misma forma en que nosotros lo hemos hecho; entiéndalo, compréndalo, instrúyanse. Criticar no ayuda. Por actitudes como esas, es que decidimos alejarnos de ustedes, no compartir tanto ni contarles en realidad cómo nos sentimos. Por actitudes como esas, fingimos estar bien, preferimos pasar por aburridos, por poco sociables.


Frío o calor, el lupus siempre estará ahí. Vivimos juntos y entre los dos terminamos negociando de alguna manera cómo soportaremos el día. Si yo tuviera que escoger, me quedaría con el frío, aunque no signifique una vida plena. Al fin y al cabo, sin lupus, tampoco hay felicidad completa... ¿o sí?






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