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Foto del escritorSandrillaP

Sana, sana...

Actualizado: 5 nov 2019

El inicio de cualquier proceso cuesta; el ejercicio, un curso de inglés, clases extras, un nuevo empleo, incluso una nueva relación amorosa. Dentro de los aspectos más difíciles está aceptar lo nuevo. Esa novedad puede ser un horario, un sacrificio, una nueva rutina, es decir, un cambio. No siempre es sencillo, en especial cuando no se está preparado para tal cambio, que puede ser económico, social, laboral, emocional, es decir, un cambio en el que se pone a prueba de cierto modo, el bienestar. Algunos se pueden rechazar, evitar o con una simple renuncia, se logra que la vida siga el mismo rumbo acostumbrado, sin salir de la zona de confort. Pero, cuando ese vuelco está relacionado con la salud, con todo un organismo que se involucra y que se empecina en cambiar el curso de sus funciones... ¿cómo rechazarlo si se sale de nuestras manos?



Así comenzó...

Hace 10 años era una incríble maestra. Tenía un buen trabajo, me gustaba lo que hacía, estudiaba lo que me apasionaba, compraba lo que se me antojaba y vivía en el apartamento y en la zona que siempre había soñado. Emocionalmente, tenía una relación que bien sabía, era una pérdida de tiempo, pero bajo el lema absurdo de "disfrutar al equivocado mientras llega el indicado", desperdicié varios años sin sentido. Y de repente, diagnóstico de lupus. Esa era yo, en el año 2009.


Caída de cabello, inicios de psoriasis, efectos secundarios debido a la hidroxicloroquina y corticoides, insomnio, rigidez muscular y articular, neblina lúpica, depresión, cambios de humor extremos, fatiga, pereza, sueño, aumento exagerado de peso, vasculitis, fenómeno de Raynaud, sangrado nasal y bucal, pérdida de uñas, fotosensibilidad, sindrome de Sjogren, pérdida de la visión. Todo eso sucedió en menos de 6 meses.


La pregunta aquí es, ¿cómo reaccionar ante estos cambios tan repentinos y que de hecho, no pedí? ¿Cómo afrontar este proceso que parecía largo y con un final oscuro, sin perder mi trabajo, mi errónea relación afectiva y mantenerme física y mentalmente en apariencia, estable?


Esto no era un simple cambio; no era algo que prometía un futuro positivo y próspero. ¡No prometía nada! Dentro de los mismos 6 meses, mientras aparecían las situaciones que mencioné anteriormente, sucedían además estas otras:


Incomprensión laboral por parte de mis compañeras, la coordinadora y la rectora del colegio; supuestos amigos que se alejaron y grandes amigos que aparecieron y se quedaron. Reclamos, burla e insultos de la persona con quien sostenía aquella relación sin futuro, que buscaba siempre la forma de hacerme ver lo inútil que era ahora y lo mucho que me quejaba por dolores supuestamente inventados. Lo peor, saber que mis papás y mi hermana sufrían, lloraban e intentaban comprender qué carajos era el lupus y por qué justamente yo.


Ahora que está el panorama completo, la pregunta es, ¿qué tan preparada estaba para una vida llena de cambios repentinos y en su mayoría, nada favorables? Yo, que tenía la vida completamente planeada: sin hijos, sin matrimonio, con estudios, viviendo sola... ¿cómo afrontar este giro sin morir en el intento?


La solución que le di fue la siguiente:

Me aislé socialmente, al punto que son muy escasas las fotografías que tengo de ese año. Fueron contadas las personas dentro de mi familia y amigos que se enteraron en ese momento de mi diagnóstico de lupus, una palabra que jamás había escuchado y de la cual, no tenía la suficiente claridad sobre su significado; solo sabía que la mayoría moría dentro los primeros 10 años de la enfermedad y que la vida cambiaba totalmente. Eso aparecía cuando escribía la palabra "lupus" en Google.


Así afronto el proceso hoy.

Luego de esta última crisis, no me remití a Google. Preferí leer sobre las emociones y las enfermedades, hice caso omiso a cualquier caso cercano en que supiera que el lupus venció y socialmente no me aislé de la misma forma en que la primera vez.


Aunque comencé a alejarme de los lugares con luces fuertes y con gran cantidad de gente, de vez en cuando iba a cine o acudía a algún evento, manteniendo siempre cuidado en la hidratación y sin abusar del tiempo de permanencia. Algunas supuestas amistades se alejaron, otras que nunca había considerado cercanas, llegaron; hoy, he creado un nuevo círculo de amigos muy pequeño en el que sin tapujos, afronto temas como la pérdida de cabello, la neblina lúpica y el sobrepeso sin verguenza.


Hoy no temo poner fotos en las que se refleje un notable cambio físico, en donde luego de la crisis he podido vencer otra vez. Sin pretenciones de influencer, lo hago porque sano. Escribir este blog, ha sido de las mejores terapias que he encontrado. Me asombra que no llore al hacerlo, que logre en este momento recordar cada suceso y etapa con valor y cierta satisfacción. Es como si, el proceso pasara por una etapa final; como si narrara cada escena como algo que sucedió y que no volverá a pasar.


Algunos hacen música, componen canciones; otros dan charlas motivacionales, crean canales en YouTube o publican sus fotos reales durante el proceso; yo, escribo. Yo, sano.






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