Se vale planear
Actualizado: 11 oct 2022
Desde la niñez, soñar ha sido el verbo que quizá más he conjugado en mi vida. Sin importar el rango de locura, en mi cabeza sabía que llegaría el momento en que esos sueños se cumplirían, y aunque creo, a muchos le di una espera exagerada, finalmente varios se han realizado.
La cuestión se torna diferente cuando se tiene un diagnóstico de lupus. El miedo a morir, a que el tiempo no alcance, a dejar pendientes, a no tener la misma energía, a envejecer lentamente por dentro y perder las fuerzas, a querer, pero no poder... arrepentimientos por "no haber hecho", por haber pospuesto, por desperdiciar el dinero en otras cosas y desviarme de lo importante, por dejar pasar el tiempo. ¿Se vale soñar aún? ¿Se puede? ¿Cuántos planes más tendré que cancelar? ¿Tendré las fuerzas y la salud para realizarlo? ¿Y si recaigo? ¿Y si el tiempo se acaba? ...
Cuando comencé a entender qué era el lupus y me di cuenta, sobre todo en los primeros 4 años, que cada mes traía un dolor o una dificultad nueva para mi cuerpo, uno de mis miedos más grandes, era que el tiempo no alcanzara. Igualmente, uno de mis arrepentimientos mayores fue procrastinar durante tanto tiempo. Hoy siento que durante muchos años viví bajo el lema de,"más tarde lo hago", "el próximo año quizás", "no hay afán", "aún estoy joven", ... entre tantas frases con las cuales solo justificaba mi falta de organización y de metas con propósito en mi vida.
Ahora comprendo, que el lupus llegó para enseñarme a ser mejor persona. De alguna manera, debía aprender a valorar mi tiempo; el tiempo con mi familia, con mis amigos, pero en especial, el tiempo conmigo misma. Desde los 13 años soñaba con escribir un libro, pero justo con la enfermedad en su punto más activo, no solo lo escribí sino que lo publiqué. Pasé años de universidad en universidad, iniciando carreras y perdiendo el tiempo, pero fue entre el 2009 y el 2010, (años en que pasé días en cama sin poder caminar y meses enteros con migraña) en que obtuve 3 títulos académicos, uno de ellos, mi posgrado, un diplomado y un taller en Perú,
Cuando sentí que el tiempo se me agotaba, me di cuenta del cansancio de mi cuerpo, aunque mi mente, a pesar de las depresiones y la neblina lúpica, se esforzaba por mantenerse lúcida de alguna manera. En mis noches de insomnio, solo pedía al cielo no perder la capacidad de pensar, de expresarme, de comprender; si mi cuerpo no volvía a responder ni recuperaba mi fisonomía, pero tenía mi cerebro, ¡habría ganado esta batalla!
Yo tuve que aprender a las malas, pero no todos tienen que llegar a este punto. El lupus, a pesar de todo lo negativo que trae, me ha hecho una mejor persona en muchos aspectos. Son tantos, ¡en serio!, que hay tema para otras entradas, pero para no salirme de lo que quiero expresar en esta oportunidad en particular, diré que el lupus me convirtió en una mujer que toma decisiones con seguridad, que no solo sueña sino que los realiza y busca la forma en que se vuelvan realidad, que le pone fecha a esos sueños, que los aterriza y es consiente de sus limitaciones y finalmente, me volvió una mujer que aprendió a negociar con la vida de qué manera llegar a ellos, por más difíciles o extraños que parezcan.
Por eso, cada vez que algo se atraviesa en mi mente, no dudo en buscar la manera de que sea una realidad. Y no lo niego, los últimos dos años tuve que cancelar muchos planes que me dolieron profundamente, aún así, no dejo a un lado mi capacidad de soñar y sorprenderme con gratitud cuando un par salen mejor de lo esperado. Y sí, se vale hacer planes, se vale mentalizarse que un buen día el lupus se inactiva para siempre; que esos viajes son posibles, que aquellos conciertos de rock son un hecho, que mi cabello, mi piel, mi rostro y mi cuerpo no sufren de efectos secundarios, que ya nada duele y puedo saltar y jugar sin control con mis sobrinos en vacaciones; que puedo pasar un fin de semana entero en cualquier feria del libro, que el sol es mi amigo y que en lo que me resta de vida, el lupus me acompañará, pero en silencio, calladito, sin despertar.
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