Bajo sus rayos
Actualizado: 11 oct 2022
Siempre me ha obsesionado el cuidado de la piel; recuerdo que por primera vez usé maquillaje a los 25 años y el bloqueador solar, las cremas hidratantes, humectantes, limpiadoras y demás, siempre fueron un tema que me interesaba. Quizá para la mayoría de mujeres, verse delgada es su prioridad, pero para mi siempre ha sido la piel y la forma en que se puede llegar a lucir joven sin recurrir a procedimientos estéticos. Creo que de alguna forma, lo estaba logrando, pero cuando el lupus llegó a mi vida, quiso dejar huellas donde más me dolía...
Un diagnóstico de lupus siempre va a ser algo nuevo para quien lo recibe, más cuando no conoces a nadie con esta enfermedad, y si lo llegas a conocer, es muy probable que sea un caso totalmente diferente al tuyo. Por eso para mi fue un golpe bajo ver cómo en pocos días mi rostro comenzaba a tornarse oscuro en la zona de la boca, el mentón y las mejillas sin entender que parte de los medicamentos comenzaban a manchar la piel y que aunque usara la crema más costosa, no desaparecerían tan fácilmente.
En un par de meses, los brazos y los pies también comenzaron a lucir diferentes. De esa piel suave y tersa no quedaba nada. Se oscurecía y según la temperatura, se tornaba roja o demasiado pálida. En ese momento comprendí que el lupus no era solo dolores articulares y musculares; la piel es un sistema, por lo tanto, no estaba exenta de ser atacada y ninguna de mis costosas cremas anti envejecimiento funcionaban ya. ¿Qué debía hacer y qué tanto me afectaría?
Con el tiempo aprendí que el sol es perjudicial para quienes tienen lupus, pues aunque lo necesitamos para obtener vitamina D y tiene un papel importante en el sistema nervioso, muscular e inmunitario, exponernos a él aunque sea de forma leve, puede llegar a ser nocivo. Desarrollé una fotosensibilidad al punto que no soporto si quiera las luces en los centros comerciales o en cualquier sitio iluminado, esto, incluyendo el sol, se han convertido en mi punto débil, y sé que para muchos es incomprensible porque es difícil para quien no lo ha vivido, imaginar que debas mantener muchas luces apagadas en casa o salir solamente en ciertos horarios del día.
A partir de ese momento, entendí que llegaban nuevos cambios en cuanto a cuidados de piel y vestuario; la vanidad debía quedar a un lado y necesitaba claridad de cómo prevenir un daño peor. Desde ese día, aunque tenga mis meses en que la enfermedad está inactiva, no he dejado de mantener estos cuidados sencillos, que incluso creo, toda persona con o sin lupus, debería seguir simplemente por evitar los rayos ultravioleta y prevenir enfermedades como el cáncer de piel:
En cuanto a prendas de vestir, no soy amante de los gorros, sin embargo, es algo que ayuda a proteger del sol, pero uso gafas oscuras aunque vaya en un auto; intento usar ropa con mangas largas, pocos escotes y siempre, aunque me quede en casa, uso bloqueador en mi cara, orejas, cuello y brazos, a pesar de que las blusas los cubra. En mi bolso no falta una sombrilla, y aunque cubren del sol, no son 100% efectivas. Trato de salir temprano en la mañana o después de las 5:00 de la tarde, a menos que sea inevitable, eso sí, buscando siempre un lugar con sombra en cada acera.
Aprendí además, que consumir mucha agua ayuda a mantener la piel hidratada; que debo limitar la exposición al sol en cualquier viaje, de hecho, cuando voy a la playa, intento exponerme poco o nada y en horarios de menor incidencia de rayos solares por corto tiempo. Existen muchas cosas divertidas para hacer desde la sombra y en mi caso, estoy dispuesta para proteger mi piel de lesiones.
A pesar del lupus, mi piel sigue siendo lo que más cuido; en meses de brotes, aparecen aquellas manchas pero sé que es temporal. Aprendí a cuidarme, a ser amiga del sol y a reconocer mis limitaciones con respecto a las luces. Ya no es vanidad, es vida.
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