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Soltar, soltar, soltar...

Por estos días he venido recordando el inicio de esta última crisis lúpica. Sé muy bien cuál fue el motivo y no es raro que sucediera. El susto fue enorme, pero aún es increíble el desconocimiento y mi falta de atención a las señales que la enfermedad me enviaba.

Aunque llegué al hospital en febrero del 2018, ya mi cuerpo y mente estaban en una situación crítica desde meses atrás. Podía sentir el declive; los síntomas, muy silenciosos reaparecían y yo, como siempre, y como la mayoría de personas, daba diagnósticos convenientes cuál médico experimentado: "eso debe ser que no me alimento bien; esto duele porque caminé demasiado; el insomnio de la semana es por ver tanta peli hasta tarde..."


Y así, nos pasamos la vida buscando culpables externos, justificando los dolores del cuerpo, cuando todo está en nuestra mente.


Aquella crisis lúpica intentaba decirme algo, pero yo era sorda. Si bien es cierto, volvieron los controles médicos, muchos medicamentos diarios, la prednisona que tanto odiaba y los cambios físicos que desde hacía unos 4 años no experimentaba. Mi hermana intentó con desespero acercarme a una vida espiritual, pero aún me rehusaba a vivirla. Hizo que me confesara, fui a una celebración eucarística, pero fue todo. A las pocas semanas, mi vida era igual.


Aunque fue muy rápida mi "recuperación", debido al tratamiento y a otros suplementos alimenticios que han sido de gran ayuda para mi cuerpo, mi mente estaba igual.


En ese momento, no entendía, que mi cuerpo era el reflejo de mi mente, y de nuevo, cada vez que rechazaba ciertas situaciones, ciertas personas y actuaba de cierta peculiar manera, mi cuerpo dolía, mataba mis células y el lupus en silencio gozaba de su triunfo.


Así que, definitivamente, no había entendido la enfermedad. ¡No entendía nada! Ni siquiera entendía la razón por la cual esta crisis había llegado a mi vida. ¡Tantos estudios y títulos no me servían para nada en ese momento porque no entendía nada!


La supuesta recuperación solo duró un par de meses. ¿De qué me servía que me bajaran la dosis de prednisona en mayo, si mi mente estaba sucia? No quería soltar, ni dejar atrás. No quería aceptar que el problema no era el otro, sino yo. De nada servían los mejores suplementos del mundo, ni una misa, ni tener tan excelentes servicios médicos. Ni siquiera entendía el poder tan tremendo que tiene el lupus cuando se le concede la entrada y el dominio cruel que ejerce en el cerebro. Ya se imaginarán qué pasó meses después...


Hoy, que ya entendí la importancia de soltar, de dejarle espacio solo a lo bueno, de tener una mente abundante en positivismo y espiritualidad, que comprendo en sus distintas dimensiones mi enfermedad, en no buscar culpables externos ni mantener recuerdos dolorosos, el cuento es distinto y su final también lo será. Solo yo, puedo escribir una historia diferente; no importa ya el tiempo que tardé en descubrir su moraleja; me encanta saber que mi vida se está puliendo y que lo único que faltaba era darle forma a mi mente sacando una montaña de basura que no me dejaba ver lo que se viene.


El exceso de memoria, impide vivir hacia adelante. - Mario Mendoza.





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