¡TOC TOC!
Actualizado: 31 oct 2021
Por disposición del gobierno nacional, en Colombia tenemos este mes un día sin IVA, es decir, sin impuesto agregado a los productos y servicios. Es la oportunidad de comprar todo lo que se nos ocurra, sin impuestos. ¡Qué maravilla! Dado que la pandemia continúa, las aglomeraciones seguirán siendo arriesgadas y hasta mortales, y es el momento en el que debemos preguntarnos con sinceridad, si vale la pena hacer la larga fila para comprar ese celular exento de impuestos, que quizá no necesitamos. Para muchos, será un día inevitable. ¿Cómo no acceder a la compulsión de comprar si está tan barato? ¿Cómo no aprovechar?
Doce años atrás, las compulsiones extremas hacían parte de mi vida. Tengo TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y sé que muchos a mi alrededor lo padecen sin siquiera molestarse en ser diagnosticados, porque como ellos dicen, no están locos. No han entendido que la locura es relativa.
Una cosa son las compulsiones y otra las obsesiones, y no necesariamente se padecen las dos al mismo tiempo, aunque por varias razones, terminan encontrándose al punto de formar un buen equipo juntas.
En este sitio web encontré información que me permitió aclarar los dos conceptos:
Por un lado, las obsesiones son pensamientos o impulsos que se repiten causando ansiedad. Están relacionadas con miedos, preocupaciones, perjuicios o pensamientos agresivos o prohibidos.
Si guardan con afán algo porque creen que se les va a perder, se preocupan por lo que piense X persona debido a un comentario cualquiera, sienten miedo extremo por los gérmenes o necesitan que algunas cosas estén alineadas en forma exacta o dispuestas de una manera particular y precisa, como un cuadro en la pared, bienvenidos al mundo de las obsesiones.
Las compulsiones son comportamientos que se tienen una y otra vez para minimizar o darle fin a la ansiedad provocada por las obsesiones.
Si tienen que verificar más de dos veces si llevan las llaves en el bolso antes de salir, se lavan las manos con frecuencia, cuentan de nuevo para asegurarse de no equivocarse, guardan la ropa colgada hacia la misma dirección o tienen los libros ubicados por tamaño exacto, bienvenidos al mundo de las compulsiones.
Cuántos obsesivos compulsivos viven su vida sin darse por enterado de su diagnóstico; cuántos pasarán por simple compulsión su tarjeta de crédito para comprar en el día sin IVA ropa y zapatos que nunca usarán. Cuántos obsesionados con una persona que ni se ha dado por enterada de sus sentimientos hacia ella. Cuántos adictos a la limpieza que se enfurecen si hay huellas de zapato en el piso, si el mantel está un poco más a la izquierda y tachan de sucios a quienes lavan los platos media hora después de comer.
Mi TOC
Recuerdo tener una terrible obsesión por la puntualidad. Salir de mi casa sin reloj, literalmente, me obligaba a devolverme. Compraba relojes compulsivamente. Tenía uno para cada día y llegué a tener 30 relojes, uno para cada día del mes. Ridículo.
Miraba el reloj cada cinco minutos, sabía exactamente cuándo tardaría en dar esta explicación y si, por algún motivo todo salía de mis cálculos, me enfadaba con mis alumnos, culpándolos ciegamente por ese tremendo error. Si tan solo fulanito no hubiese interrumpido para dar una opinión de tres minutos, todos mis cálculos hubiesen sido perfectos. Si llegaba a un salón de clase y la maestra no había salido, miraba el reloj y maldecía cada segundo perdido. La criticaba de irresponsable, de no planear su clase con profesionalismo; eso significaba, saludar a los niños más rápido y pasar por alto alguna otra actividad extra que tenía fríamente calculada. Era el peor día de mi vida. Qué horror trabajar con gente así. No entender que tenía TOC hizo mi vida un infierno.
Por fortuna, mis últimos diez años como maestra fueron diferentes, de hecho, no uso reloj hace varios años.
Psicoterapia.
Cuando se decide ir al psicólogo o al psiquiatra y comenzamos a entender el mundo de la mente, todo cobra sentido. Mientras pensemos que todo está bien, que no hay por qué alarmarse ni exagerar, o la más común de todas, yo soy así y mi mamá también, el TOC nos llevará por caminos ansiosos, en donde solo podremos encontrar alivio al hacer eso que necesitamos compulsivamente. Es un círculo, siempre será así, a menos que entendamos la razón de nuestro comportamiento.
El lupus me ha quitado días felices, me ha obligado a cancelar planes, a sentir dolores incontrolables y a pensar que esta vida no va para ninguna parte. Pero en el fondo, el Sr. Lupus no es tan malo, porque me puso contra la pared: dolor es igual a angustia, tristeza, cambios de humor, impaciencia, intolerancia, perfeccionismo....
Salud física = salud mental.
¡Pero eso no me pasa a mi!
Quizás alguien está leyéndome y piensa que no es su caso; mi psiquiatra dice que en el fondo todos tenemos algún tipo de trastorno, en menor o mayor grado y que muchos morirán sin saber cuál o cuáles fueron los suyos. Que alguno será recordado como el viejito malhumorado al que no le gustaba que le desordenaran el periódico y que escondía las llaves bajo la almohada; pero jamás como un hombre con un trastorno obsesivo. ¡Qué vergüenza!
Conocer nuestra mente, sus debilidades y fortalezas permiten mejorar. Todos quieren brazos firmes y arman un gimnasio en casa, pero pocos ahondan sobre sus emociones y comportamientos.
Sin importar el trastorno, ¿no les parece buena la idea de saber cuál es y por qué y darle respuesta a situaciones pasadas que no entendimos? Tal vez no sea TOC, quizás sea un trastorno alimenticio, uno inesperado que permita que todo mejore. La vida lo vale todo.
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