Todo es temporal
Actualizado: 16 dic 2018
La estabilidad emocional es muy importante y el lupus, por la manera en que se manifiesta, es especialista en hacernos recaer con facilidad en las depresiones y tristezas. Aprender a convivir con él, aceptar y comprender lo que sucede con nuestro cuerpo y mente, es quizá la forma más sencilla de mantener la serenidad, alejar el estrés, vivir con tranquilidad y manejar de una mejor forma los estados de ánimo, que de hecho en ocasiones, llegan a ser muy cambiantes.
Como toda mujer, yo también soy vanidosa; aunque vivir a la moda y obsesionarme por un cuerpo perfecto jamás ha sido mi prioridad, me he aceptado y de hecho, me he gustado con todo y supuestas imperfecciones físicas para los estándares de belleza. Por eso confieso que fue un golpe fuerte mirarme al espejo en algún momento y notar cómo el lupus de repente dejaba huellas, que por fortuna, se han podido borrar, porque todo es pasajero.
Es duro para una mujer que disfrutaba tinturarse el cabello de rojo, notar que un buen día no lo tiene; que lavarlo significaba terminar con las manos enredadas de débiles pelos y que improvisar un peinado tenía como objetivo cubrir la calvicie que amenazaba con ser mayor cada día. No es fácil tener que guardar la ropa o arreglarla para poder usarla, debido al aumento de peso involuntario que traen los medicamentos; que un día ya no pueda usar un par de zapatos porque los dedos están hinchados; que el rostro que tanto cuidaba con cientos de cremas humectantes y bloqueadores, inevitablemente comience a pigmentarse y de paso, a inflamarse por los efectos de los corticoides; que las uñas se quiebren y en algunos momentos, se caigan.
Temporal, todo es temporal.
Desde que comencé a repetirlo, mirarme al espejo es placentero. Sonrío y agradezco cada vez que veo mis enormes mejillas, cada vez que veo nuevos cabellos crecer en mi cabeza, cuando mi peso no varía a pesar de haber subido ya 6 kilos y cuando los exámenes de laboratorio se acercan más al rango ideal.
Sonrío y agradezco.
Sonrío, porque el lupus se alimenta de emociones negativas y no estoy dispuesta a dárselas; agradezco, porque aprendí que la vanidad nos resta aceptación, porque lo que veo en el espejo sigue siendo bello. Aún soy yo. Y si me acepto en lo temporal, nada logrará afectarme.
En pocas palabras, amo al lupus. ¿No es mejor tenerlo de amigo que de enemigo?
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