Por dinero o por salud...
Era mi etapa laboral más productiva, con cientos de planes a nivel educativo e ideas innovadoras que prometían un futuro esperanzador a la decadente tasa de lectura y escritura del país... ¡Vocación, nada más importaba! ¡Era feliz!
Despertar todos los días a las 4;45 de la mañana se volvió todo un calvario. Pasar altas horas de la noche planificando la clase perfecta, la mejor manera de ayudarles a amar la lectura, creando propuestas que apoyaran la escritura, construyendo blogs que hicieran de mis clases lo más divertido de su mañana, de repente dejó de ser un plan super emocionante y se convirtió en una situación menos constante, poco probable de que sucediera cada noche. De ello, solo quedaba una mujer joven en un cuerpo cansado, incapaz de moverse de sus sábanas cuando la alarma del celular sonaba cada mañana.
¿Cómo explicarle a mis jefes que no me dormía en la sala de profesores porque tuviera pereza?¿Cómo hacerles entender que caminar a otro salón signficaba un enorme esfuerzo físico al punto de llegar lavada en sudor aunque el clima estuviese frío? ¿De qué forma lúdica explicarle a mis estudiantes de 8 años que destapar el marcador del tablero era una labor casi imposible para su profesora? ¿Cómo evitar las miradas de critica, asombro y lástima de algunos colegas cuando me veían llorar sin aparente razón mientras el cansancio no me permitía dar más y tan solo había pasado 3 horas laborales?
Así es, esto y más es el lupus.
Una cruel amenaza de despido por parte de la rectora, una coordinadora que me pasaba memorandos por olvidar informes o reuniones de grado, compañeras que se quejaban por tener que hacer mi trabajo cuando debía salir corriendo a la clínica, gripas y fatiga extrema durante 6 meses ininterrumpidos el mismo año, caída del cabello, psoriasis, pigmentación en la piel del rostro, neblina lúpica, sangrado nasal y bucal, dolor articular y muscular tan solo por pasar las hojas de un cuaderno, insomnio, rigidez articular al punto de no poder levantarme de una silla, solucionar diversas situaciones con los padres de familia y lidiar con aquellos que ven problema en todo; llegar a casa y llorar del cansacio mientras mi perrito, cachorro aún, se quedaba a mi lado intentando calmarme.
Tres años después, tomé la decisión de renunciar. Pensé que si tenía mi propio proyecto, empresa o como le quieran llamar, el nivel de estrés bajaría. ¡Ser mi propio jefe! ¡Eso estaba de moda!...manejar nómina, pagar arriendos, hacer publicidad.... definitivamente no sabía en qué me estaba metiendo.
Un par de años después, viví mi última etapa como maestra. Me negaba a renunciar a mi sueldo, a mis viajes y lujos sin sentido, por dinero. Lo sé, suena bastante estúpido. Algunos aprendemos a las malas.
Hoy, día del maestro, he estado un tanto melancólica. No extraño el colegio, extraño el aula. Extraño la relación interpersonal con mis alumnos, el reto de aquel que decía odiar los libros y que entendió que había uno para él. Encontrar talento en aquel que llaman vago, comprender la razón de su timidez o de su ira encapsulada.
Por momentos pienso qué sería de mi vida si el lupus no hubiese hecho presencia. Muy probablemente estaría en un aula. A esta hora, no escribiría esta entrada sino que corregiría textos; quizá padecería de túnel de carpio u alguna enfermedad de la garganta, propia de los maestros, pero lo que sí es seguro, es que lo haría con gusto... ¿o con la rutina se pierde ese gusto?
Me pensioné antes de tiempo, es lo que me repito a diario. Soy de esas maestras orgullosas viendo fotos de sus ex alumnos en las redes; algunos en otros países, triunfando en deportes, otros estudiando y en profesiones muy bellas. Una maestra que dio lo suficiente como para sentir hoy que aunque faltaron muchas cosas por hacer, lo que se hizo fue coherente y eso basta para decir, ¡misión cumplida!
Ahora soy maestra de mis sobrinos. Lo que comunmente se conoce como tía alcahueta no existe para mi. Cada día intento enseñarles algo nuevo, porque lo que en realidad se conoce como maestra, no lo destruye ni el lupus.
Feliz día, maestros. Sé que muchos lidian con esta enfermedad. Hagan lo que sientan, por dinero o por salud.
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