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Foto del escritorSandrillaP

¿Ustedes son felices?

El simple hecho de sacar la maleta representa un acto liberador. Acostumbro hacer una lista de lo básico para que al guardar, nada se me quede. Tengo una lista especial para los viajes internacionales, otra para los viajes cortos y cercanos y hace tres meses creé una más llamada Viaje al hospital. En realidad las listas son útiles. La semana pasada hice una lista de las personas a las que deseaba darles algún detalle de navidad, tengo una larga lista de libros por comprar, de las películas que me interesan pero que por algún motivo, no he podido ver; y así, las listas se han convertido en un aliado incluso a la hora de ir al médico. Son tantos los medicamentos, las órdenes que requiero o incluso los malestares dentro de un mismo mes, que las listas hacen que la cita médica sea más sencilla.


Cuando se acerca mi cumpleaños, suelo hacer lista de lo que deseo; algunas personas me preguntan qué necesito y acudo a esa lista en la que se encuentran elementos que jamás me regalarán, pero que igual, son listados con la misma emoción. Hace años solía hacer lo mismo para navidad, pero este año, cada vez que mi mamá o mi hermana me preguntan qué deseo de regalo de navidad, nada se me ocurre.


Probablemente para una mujer, un bolso es irresistible, el maquillaje será siempre un atino, la ropa, los zapatos e incluso la bijoutería, siempre son un buen presente. Sin embargo, cada vez que escucho la pregunta, nada se me ocurre.


En realidad, siento que tengo todo. Tengo demasiado, y aunque sí desearía que algunas situaciones fuesen diferentes, dependen de mi y no de un regalo navideño. Han sido creadas por mi, por mis decisiones, guiadas por los caminos que he tomado y obviamente, yo las debo solucionar, aunque eso no quita que por momentos quisiera cerrar los ojos y pretender que mágicamente desaparecen. ¡Creo que a todos les pasa!


Ser feliz es muy fácil.

Sacar la maleta hace un par de horas, comenzar a poner dentro cada grupo de elementos de la lista y a la par hacer la maleta de mis dos peludos, me produjo felicidad. Un regalo invaluable, es regresar a mi casa; aquella en donde aún están mis afiches de adolescencia en las paredes de mi cuarto y en donde por momentos me puedo olvidar de cualquier deuda, dolor, rutina o enfermedad. Aunque el clima limita el tiempo que puedo estar allá, de seguro cada día será un regalo.


Pero escucho gente a mi alrededor hablando del "estrene" de la noche de velitas, de la "pinta" del 24 de diciembre, de lo que se pondrán el fin de año... y lo único que me pregunto es, ¿en qué momento pasé de ese extremo al otro? Hoy, mi manicure está un poco dañado, no tengo ropa nueva para estrenar, no tomaré cientos de selfies para publicar ni me maquillaré en exceso. No los critico, porque si aún esto los hace felices, bien por ellos. Pero en algún punto, ya no me emociona. No me interesa la típica foto al lado del arbolito de navidad, ni la foto encendiendo una velita, menos tomar licor. Y hace un buen tiempo decidí hacer solo lo que me hace feliz, no lo que se supone, se debe hacer.


Y si ser feliz es tan fácil, en mi caso, siento que he dejado mucho equipaje en el camino y que la felicidad no tiene nada que ver con gastar dinero en tres mudas de ropa para aparecer en fotos, ni gastar exageradamente en regalos, menos con terminar ebria, solo porque la ocasión supuestamente lo amerita.


¿En qué momento pasó? Tal vez la pandemia tuvo algo que ver, los libros que leí están haciendo efecto o a lo mejor, como dijo mi psiquiatra el mes pasado, "estoy madurando" (lo cual espero sea mentira).


Lo cierto es, que tengo demasiado; es posible que no salgan reflejadas en fotos, o que no se logren captar con ropa nueva, menos con unos tragos de más. Hoy, soy feliz, y no es poco.


Soy feliz, porque he recuperado algunas amigas que se me habían extraviado en el camino por varios años, por diferentes razones.

Soy feliz, porque a pesar de la discapacidad e incapacidad que me genera el Señor Lupus, vivo dónde quiero, como quiero y con quienes quiero.

Soy feliz, porque aunque solo han transcurrido tres meses desde la última crisis lúpica, nada duele, y cada examen de laboratorio muestra una mejoría en la que solo la obra de Dios y de los excelentes médicos que tengo, son la combinación perfecta.

Soy feliz, porque quienes verdaderamente me importan, me aceptan con todo y mis cambios físicos.

Soy feliz, porque me siento libre y para mi, la libertad es uno de los mayores tesoros de mi vida.

Soy feliz, porque tengo a Dios en mi corazón.

Soy feliz, porque todo es temporal. El cabello, crecerá; las mejillas, se deshincharán; los efectos secundarios, desaparecerán.

Soy feliz, porque aprendí a soltar, a dejar, a liberarme de lo que no necesito, no me suma y no me interesa, sin sentir culpa.


Gracias, 2020; porque a pesar de la pandemia, soy más feliz.

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