La interminable depresión
Actualizado: 18 nov 2022
La etapa de negociación duró un buen tiempo; no fue de la noche a la mañana que decidí creer en Dios, que descubrí el efecto sanador de la oración, que conocí la tranquilidad de soltar y que comencé una nueva relación cercana con mi familia. Sin embargo, me costó cortar vinculos enfermizos, negativos y sin sentido, lo que significaba que faltaba un largo camino lleno de obstáculos a pesar de todo lo que logré avanzar.
Una enfermedad crónica como el lupus afecta física y mentalmente. Para mi, aceptar que suecedía algo con mi cerebro y que debería en algún momento asistir a psicoterapia, era inconcebible. ¡Jamás! ¡Qué verguenza!¡Lo que faltaba, ir a contarle mi desastre de vida a otro que ni me conoce y que actuará como si le importaran los detalles de mi día a día!
Pasaron 9 años. Nueve largos años en los que mi mente me jugó diferentes situaciones de las que, por fortuna, salí con vida. Nueve años en los que deseé morir, luego vivir, negociaba de nuevo, regresaba a la fase de ira, hasta que el retroceso fue tal que volví a la negación:
"el lupus desapareció, ya no tengo nada ni regresará.
¿Vieron que no necesité perder tiempo con psiquiatras?"
Aunque durante estos años la enfermerdad se inactivó y se superó la etapa dura, mentalmente la inestabilidad era notable. Tuve incontrolables episodios en los que sentí que no servía para nada, que trabajar era agotador debido a la neblina lúpica hasta que irremediablemente tuve que renunciar. Pasé por momentos en los que la ansiedad me ganaba; pensaba en los planes realizados durante tantos años, en todo lo que había invertido preparándome para que, así, de la nada, fuese tan solo una mujer incapacitada para cumplir con un horario de trabajo. Me adelantaba a imaginar el día en que mi perro muriera y me dejara sola. Sin él, aunque tuviera alguien más a mi lado, nada sería igual. Un perro, que para muchos puede ser una simple mascota...para mí, significaba hundirme en la soledad.
La ansiedad me producía incontrolables deseos de llorar. Lloraba viendo un video gracioso, escuchando una canción, contando cualquier cosa. Algunos días no sentía ganas de levantarme de la cama y solo lo hacía obligada por mi perro que necesitaba dar una vuelta y hacer sus necesidades. Me desesperaba cuando alguna situación se salía de mis manos. Volvía al mismo pensamiento recurrente: "Si no fuera por ese lupus, yo... tal cosa".
La depresión, fue una fase difícil de saltar. Nueve años después hice caso y comencé psicoterapia. Me medicaron. Entendí que no estaba loca, al menos no era ese tipo de locura, porque de alguna manera, me falta cordura, ¡y me encanta! Aprendí que la depresión es una enfermedad, que no es un simple "no tengo ganas", sino algo serio.
Ya van dos años de feliz relación con mi psiquiatra; es un ser maravilloso que me comprende y a la vez se ríe cuando le digo, "ya sé, estoy loca". Tengo la medicación adecuada para mis trastornos y no me da verguenza admitirlo.
Hoy, con todo y limitaciones físicas, entiendo que mi vida ha dado un giro. Pude haberme ahorrado la ultima crisis lúpica si hubiese tratado mi parte mental desde antes, sin embargo, ya no hay vuelta atrás y también de ello he aprendido demasiado. Intento darle esperanzas a mi vida a pesar de lo desolado, gris y trágico que me parece el futuro del mundo. Disfruto los momentos simples, y aunque no todos los días son buenos, comprendo mejor los bajones de energía y de ánimo.
A veces siento profundos deseos de llorar, pero lo mejor es, que ya puedo decirle a mi mamá que estoy muy triste hoy y que no me juzgue por ello. Que nadie me ha herido ni nada grave ha pasado, pero por alguna razón, quiero llorar. Cuando me siento así, ya sé que me nivela: la música, los libros y las pelis de terror. Sí, de terror. Nada de comedias color rosa ni dramas familiares. Terror.
Hoy, son más los días buenos que malos. De los días malos salen excelentes ideas para mis escritos porque salen a flote mis sentimientos; me siento más tranquila sabiendo que no me juzgan por encerrarme un día. No sé si esto de la depresión tenga cura, creo que nunca se lo he preguntado a mi psiquiatra. Pero, si ya sé manejar al lobo, esta no me va a quedar grande. Es una prueba más en la que pretendo volverme experta.
¿Existe otra fase después de la depresión? ¿Viene algo más? ¿O es posible estar en dos fases a la vez? Ya les seguiré contando...
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